National Guard Versus the Army
Tal Cual, Teodoro Petkoff, June 14 2005
Lo más lamentable y descorazonador del episodio que comenzó con la destitución del comandante del Comando Regional 8 de la Guardia Nacional en Guayana (CORE 8), general Alberto Betancourt, y continuó con la intervención del Ejército, “ocupando” todas las sedes de la GN en la región, es que es cierto lo que se ha dicho, tanto sobre la conducta del general Betancourt y su comando, como sobre el posterior comportamiento del Ejército en su ejercicio de “guerra asimétrica” contra la GN. El viejo pique entre ambos componentes de la FAN se expresó con particular virulencia en Guayana.
Por una parte, cómo serán de sólidas las acusaciones de los mineros contra la GN, que en este reinado de la impunidad para toda clase de atropellos en que se ha convertido nuestro país, al gobierno no le quedó más remedio que sacar al general Betancourt de su cargo. No le valió de nada su insólito programa radial, en el cual, pasándose por el forro la Bicha y toda la legislación y reglamentación castrense, el general de marras, cual estrella de La Hojilla, intervenía abierta y agresivamente en el debate político —siempre en defensa del gobierno y de “mi comandante en jefe”. Sus “méritos” políticos no le sirvieron de escudo.
Porque el expediente contra el CORE 8 es gordo. Los mineros denunciaron el maltrato físico y verbal y el implacable cobro de peaje sobre el oro que extraen (una fuente minera nos habló de la “tarifa” de 250 gramos de oro que cada minero debía entregar mensualmente a los caballeros que en el brazalete llevan la inscripción “el honor es su divisa” ). Pero también personal del CORE 8 es el que está acusado y enjuiciado por la masacre de la cárcel de Vista Hermosa. El general Betancourt no sólo defendió la criminal operación sino que opuso toda clase de obstáculos a la acción de la Fiscalía, que allá se portó como debe ser. El último escándalo en que está involucrado el CORE 8 es el de la desaparición del joven Franklin Moreno Rojas, detenido por efectivos de la GN el 15 de febrero pasado, en un accidente de tránsito, y a quien desde entonces no se le ha vuelto a ver. Se lo tragó la tierra, en sentido absolutamente literal. De modo que para la destitución del comandante del CORE 8 sobraban, al parecer, motivos —que por lo demás corresponden a un patrón de conducta del cual en modo alguno tenía la exclusividad el comando regional guayanés.
Pero también es verdad que el modo como los efectivos del Ejército cumplieron con su misión de intervenir el CORE 8 fue brutal y descomedido. Eso no es un secreto para nadie en Guayana. Tanto así que ello condujo al amotinamiento de los guardias nacionales y a que se creara una peligrosa situación de tensión entre ambos componentes militares. La legalidad, pues, también fue violentada por quienes debían velar por ella.
La conclusión de todo esto es que al proceso de deterioro de las estructuras institucionales del país no escapa la FAN. Todo lo contrario, allí está uno de los principales escenarios de ese proceso.
La partidización, la ideologización, la marcha acelerada hacia la condición de guardia pretoriana, están afectando gravemente a la institución castrense.
Tuesday, June 14, 2005
Monday, June 13, 2005
El Padrino (the Godfather)
Podemos imaginar el instante en que los oficiales del curso de Estado Mayor fueron colocados ante la proposición de darle el nombre de Fidel Castro a su promoción.
Seguramente siguió un silencio de leones. Lo más probable es que haya sido “sugerida” desde arriba, tal vez por el propio Chávez, a través de algún cursante seleccionado para cumplir ese rol, pero también cabe la posibilidad de que haya partido espontáneamente de alguno de los alumnos. Sin embargo, ¿hubo discusión sobre el tema entre los señores oficiales? ¿Se habría atrevido alguno de los presentes a asomar aunque fuera tímidamente una discrepancia o reserva? Se puede apostar que no. Entre los graduandos, por supuesto que algunos habrán acogido jubilosos la idea, pero también es probable, como ocurre en toda colectividad humana, que haya habido oficiales inconformes.
¿Qué opción tenían? Tuvieron que tragarse sus opiniones.
Cualquier disidencia, en la FAN de hoy, significa literalmente jugarse la carrera.
Fidel Castro es una figura importante del siglo XX, qué duda cabe, pero es una figura polémica y por tanto divisiva.
No une ni siquiera a la nación cubana, muchísimo menos puede unir a otra. Darle su nombre a una promoción de oficiales venezolanos es, literalmente hablando, una provocación.
En un país tan tremendamente escindido y polarizado como el nuestro, ese gesto no puede interpretarse sino como evidencia de la intención de profundizar malévolamente el abismo que separa a las dos Venezuelas. Es también una provocación y un acto de insensata arrogancia ante la Fuerza Armada Nacional.
Cualquiera que sea la importancia histórica de Fidel Castro, a estas alturas de su vida, acercándose al medio siglo de poder absoluto, el líder cubano es la encarnación de una dictadura cerril, de un régimen totalitario, cerrado y antidemocrático, que descansa en un aparato policial omnipresente y en la represión continua, sistemática, de toda opinión disidente. Por añadidura, ese régimen ni siquiera puede esgrimir la coartada de haber proporcionado prosperidad material a la isla.
Cuba, económica y socialmente hablando, es un fracaso estentóreo.
El sueño igualitario del socialismo ha sido hecho trizas por realidades económicas que han creado nuevas divisiones e injusticias sociales. Basta con ver el equipaje de los médicos cubanos que retornan a su país, cargados con toda clase de bienes, desde electrodomésticos hasta toallas sanitarias, para medir la profundidad del desastre económico-social que vive la isla. No podía ser de otra manera. Una sociedad que no puede discutirse a sí misma, condenada a oír pasivamente las ocurrencias del Comandante en Jefe, que han llevado al país de desastre en desastre económico; sometida a la voz monocorde de medios regimentados, ¿cómo puede examinar y superar sus errores? Chávez ha dicho que ese modelo no se debe copiar. Sin embargo, cada paso que da parece ir en dirección contraria a sus palabras. ¿Qué sentido tiene entonces —que no sea el de la provocación— utilizar el nombre de la figura emblemática de esa tragedia histórica que ha sido la revolución cubana como paradigma para los venezolanos, sean militares o civiles?
Quizás valga aquí parafrasear la famosa expresión napoleónica:
esto de darle el nombre de Fidel a una promoción de oficiales venezolanos más que un error es una verdadera estupidez.
Podemos imaginar el instante en que los oficiales del curso de Estado Mayor fueron colocados ante la proposición de darle el nombre de Fidel Castro a su promoción.
Seguramente siguió un silencio de leones. Lo más probable es que haya sido “sugerida” desde arriba, tal vez por el propio Chávez, a través de algún cursante seleccionado para cumplir ese rol, pero también cabe la posibilidad de que haya partido espontáneamente de alguno de los alumnos. Sin embargo, ¿hubo discusión sobre el tema entre los señores oficiales? ¿Se habría atrevido alguno de los presentes a asomar aunque fuera tímidamente una discrepancia o reserva? Se puede apostar que no. Entre los graduandos, por supuesto que algunos habrán acogido jubilosos la idea, pero también es probable, como ocurre en toda colectividad humana, que haya habido oficiales inconformes.
¿Qué opción tenían? Tuvieron que tragarse sus opiniones.
Cualquier disidencia, en la FAN de hoy, significa literalmente jugarse la carrera.
Fidel Castro es una figura importante del siglo XX, qué duda cabe, pero es una figura polémica y por tanto divisiva.
No une ni siquiera a la nación cubana, muchísimo menos puede unir a otra. Darle su nombre a una promoción de oficiales venezolanos es, literalmente hablando, una provocación.
En un país tan tremendamente escindido y polarizado como el nuestro, ese gesto no puede interpretarse sino como evidencia de la intención de profundizar malévolamente el abismo que separa a las dos Venezuelas. Es también una provocación y un acto de insensata arrogancia ante la Fuerza Armada Nacional.
Cualquiera que sea la importancia histórica de Fidel Castro, a estas alturas de su vida, acercándose al medio siglo de poder absoluto, el líder cubano es la encarnación de una dictadura cerril, de un régimen totalitario, cerrado y antidemocrático, que descansa en un aparato policial omnipresente y en la represión continua, sistemática, de toda opinión disidente. Por añadidura, ese régimen ni siquiera puede esgrimir la coartada de haber proporcionado prosperidad material a la isla.
Cuba, económica y socialmente hablando, es un fracaso estentóreo.
El sueño igualitario del socialismo ha sido hecho trizas por realidades económicas que han creado nuevas divisiones e injusticias sociales. Basta con ver el equipaje de los médicos cubanos que retornan a su país, cargados con toda clase de bienes, desde electrodomésticos hasta toallas sanitarias, para medir la profundidad del desastre económico-social que vive la isla. No podía ser de otra manera. Una sociedad que no puede discutirse a sí misma, condenada a oír pasivamente las ocurrencias del Comandante en Jefe, que han llevado al país de desastre en desastre económico; sometida a la voz monocorde de medios regimentados, ¿cómo puede examinar y superar sus errores? Chávez ha dicho que ese modelo no se debe copiar. Sin embargo, cada paso que da parece ir en dirección contraria a sus palabras. ¿Qué sentido tiene entonces —que no sea el de la provocación— utilizar el nombre de la figura emblemática de esa tragedia histórica que ha sido la revolución cubana como paradigma para los venezolanos, sean militares o civiles?
Quizás valga aquí parafrasear la famosa expresión napoleónica:
esto de darle el nombre de Fidel a una promoción de oficiales venezolanos más que un error es una verdadera estupidez.
Thursday, June 09, 2005
The fear factory
Milagros Socorro
El Nacional, June 9, 2005
Una gran desesperanza abate el corazón de Venezuela.
Un agobio que acogota por igual a todos los sectores políticos de la nación. A los simpatizantes del Gobierno, porque tras seis años de retórica y de abuso del expediente de la confrontación, no ven una verdadera recuperación del país, no logran avizorar el inicio de un camino de paz, de trabajo, de perspectivas favorables para el desarrollo de una vida amable, con posibilidades de ejercer el derecho a la libertad y a la seguridad personal, de estudiar, de cultivar una vocación, de tener una existencia cónsona con las promesas de bienestar de la modernidad (que vemos satisfechas en las series televisivas extranjeras, en el cine y en las cartas que recibimos de nuestros familiares expatriados). Y a las distintas cepas de la oposición, porque casi todas han perdido la fe en que las cosas puedan cambiar:
hemos sido humillados con tal frecuencia, crueldad e inmisericordia, que hasta los ánimos más templados han comenzado a ceder al desencanto.
Además, los métodos democráticos han demostrado ser más frágiles que lo que creíamos, y muchos han fallado en el intento de torcer la ruta autoritaria por la que se despeña nuestro país.
POR SI ESTO FUERA POCO, ALGUNOS GAJOS DE LA OPOSICIÓN SE HAN PERMITIDO DESMELENARSE POR RAÍLES QUE CREYERON RÁPIDOS y que resultaron pantanos donde zozobraron sus aspiraciones. Estoy pensando en aquella época en que algunos opositores creyeron que si hacían mucho ruido en los lugares públicos donde descubrieran la presencia de un funcionario gubernamental, esto contribuiría a minar su moral y a hacerlo desistir de su frecuentación burocrática. Hubo, pues, quien creyera que Juan Barreto, pongamos por caso, el hombre que hizo publicar un panfleto anónimo donde insultaba a varias periodistas (entre quienes tuve el honor de contarme), se iba a amilanar porque le hicieran un cacerolazo.
Y estoy pensando en aquella otra época en que una parte de la oposición apostó a que en los oficiales disidentes de Altamira estaba la salvación de la República. Guardo en carpeta sellada los insultos que recibí entonces por haber reaccionado, a pocas horas de la maniobra del obelisco, señalando su inutilidad y patetismo teatral. (Condensa el estilo de los remitentes un mensaje que rezaba:
“perra, puta, maracucha”. Toda una imprecisión, por cierto, puesto que soy perijanera). Como puede verse, esa fracción de la oposición estaba convencida de que los oficiales disidentes derrocarían el gobierno de Chávez y se abriría para el país una nueva era. ¿Cómo se explica este desatino? Porque ya entonces comenzaba a fraguarse este estado de desesperanza que hoy se percibe con toda claridad en todo, absolutamente todo, el país.
VENDRÍAN OTRAS, TERRIBLES, ÉPOCAS. Los tiempos, por ejemplo, de lo que ha dado en llamarse, muy apropiadamente, “el fraude continuado”, tan minuciosamente documentado por El informe Súmate, la verdad sobre el Reafirmazo, uno de los libros más escalofriantes, por su riguroso tono técnico y lo irrebatible de sus argumentos, en la historia de la tortura, en este caso practicada a una situación en su conjunto y no a un sólo detenido en una dependencia militar (un libro, al parecer, que muy pocos hemos leído y respetamos, puesto que nadie lo cita cuando toca mencionar los grandes méritos de los directivos de Súmate, que rebasan con mucho sus gracias físicas, también innegables y muy de apreciar).
Aquella seguidilla de trampas, de burlas a la ciudadanía, de descarado abuso de poder, concluiría con el referéndum del 15 de agosto, sobre cuyos resultados aún existen dudas; si no en cuanto el apoyo con que contaba y cuenta el presidente Chávez (que las encuestas de entonces y de ahora refrendan), sí por aquellos antecedentes de grosero desconocimiento de los derechos políticos de muy buena parte de la población.
El 15 de Agosto estrangularía aún más la esperanza. Y me permito asegurar que la esperanza de todos, no sólo de quienes votamos por la opción revocatoria del mandato presidencial, sino de todos los venezolanos, porque esa fecha marcaría el desbordamiento del autoritarismo de Chávez (cuya máxima coagulación es la lista de Tascón), su nefasta alianza con Fidel Castro, la entrega de los recursos de Venezuela a la dictadura cubana, el ingreso de los agentes del G–2, ya, desde luego, en marcha desde el comienzo del gobierno pero entonces convertida en muchedumbre, claramente perceptible por la población. Y marcaría también, y sobre todo, el desbocamiento de la corrupción administrativa en todos los estratos del Gobierno. Nadie ganó con el 15–A, sólo Chávez y su camarilla. Y Fidel Castro, evidentemente, el principal beneficiario.
DESPUÉS DE AQUELLA FECHA, EL GOBIERNO SE COMPROMETERÍA EN UNA ESTRATEGIA DE INTIMIDACIÓN ELABORADA PARA QUE ALCANZARA A TODOS LOS VENEZOLANOS. A sus acólitos, para garantizar la militancia, la lealtad... y la complicidad, en muchos casos. Y a los adversarios, para demoler, dentro de sus cabezas, en el centro de sus almas, la rebeldía, el espíritu crítico, la claridad opositora. El miedo y la desesperación son los mejores estímulos para incurrir en errores, para dar bandazos, para dejar en la cuneta los principios porque la dolorosa impaciencia empuja a embestir sin mayores discernimientos.
Y en eso nos encontramos ahora.
Yo quisiera que mi escritura tuviera la eficiencia y el vigor necesarios para expresar la consternación que siento cuando veo al presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, Ricardo Alarcón, en el estrado de nuestra Asamblea Nacional. No he aprendido en mi peregrinación por el castellano las palabras exactas para dar cuenta del tornado que se desata en mi pecho, esa mortificante lava que rápidamente se desplaza hasta mi garganta y barre mis brazos. Los cubanos me han tatuado con la humillación.
La presencia del embajador de Cuba en nuestro Parlamento, en nuestra vida política, en los entornos que son de Venezuela y de los venezolanos, me ha impregnado de la mayor vergüenza que nunca he experimentado.
Pero si no tengo las palabras para nombrar la deshonra en que vivo desde que Fidel Castro y sus rufianes son los amos de mi país, los artífices de nuestro destino, quisiera tenerlas al menos para contribuir a desmontar el ardid preparado para mantenernos en el miedo y la desarticulación.
Es con el objetivo de paralizarnos de miedo que el dictador de Cuba, el último invasor de Venezuela y verdugo de nuestros soldados (durante los años sesenta), ha sido escogido como padrino de la promoción del curso de Estado Mayor del Ejército. Es para que nos convirtamos en colaboradores de su proyecto totalitario que el comandante general del Ejército, general Raúl Baduel, envía un boletín a los medios de comunicación para anunciar “la incorporación de la Reserva a los ejercicios militares que se realizan en la población de El Pao, estado Cojedes”. No es un gesto de mero carácter informativo que con su jerga abstrusa, el oficial esotérico reencarna en la perversión para hacernos saber que el Ejército está concentrado en reconvertirse en guerrero asimétrico, es decir, en instantáneo represor de cualquier iniciativa subversiva (la asimetría no es entre Estados Unidos y Venezuela, en cuyo caso hablaríamos de disimilitud sideral de las posibilidades militares, sino entre la población y el Gobierno).
Eso, que los aduladores llaman “pensamiento militar”, para atribuirle a Chávez una capacidad filosófica, está concebido para aterrar, confundir y obstaculizar la formidable tarea liberadora que tenemos por delante.
Todos los venezolanos.
Milagros Socorro
El Nacional, June 9, 2005
Una gran desesperanza abate el corazón de Venezuela.
Un agobio que acogota por igual a todos los sectores políticos de la nación. A los simpatizantes del Gobierno, porque tras seis años de retórica y de abuso del expediente de la confrontación, no ven una verdadera recuperación del país, no logran avizorar el inicio de un camino de paz, de trabajo, de perspectivas favorables para el desarrollo de una vida amable, con posibilidades de ejercer el derecho a la libertad y a la seguridad personal, de estudiar, de cultivar una vocación, de tener una existencia cónsona con las promesas de bienestar de la modernidad (que vemos satisfechas en las series televisivas extranjeras, en el cine y en las cartas que recibimos de nuestros familiares expatriados). Y a las distintas cepas de la oposición, porque casi todas han perdido la fe en que las cosas puedan cambiar:
hemos sido humillados con tal frecuencia, crueldad e inmisericordia, que hasta los ánimos más templados han comenzado a ceder al desencanto.
Además, los métodos democráticos han demostrado ser más frágiles que lo que creíamos, y muchos han fallado en el intento de torcer la ruta autoritaria por la que se despeña nuestro país.
POR SI ESTO FUERA POCO, ALGUNOS GAJOS DE LA OPOSICIÓN SE HAN PERMITIDO DESMELENARSE POR RAÍLES QUE CREYERON RÁPIDOS y que resultaron pantanos donde zozobraron sus aspiraciones. Estoy pensando en aquella época en que algunos opositores creyeron que si hacían mucho ruido en los lugares públicos donde descubrieran la presencia de un funcionario gubernamental, esto contribuiría a minar su moral y a hacerlo desistir de su frecuentación burocrática. Hubo, pues, quien creyera que Juan Barreto, pongamos por caso, el hombre que hizo publicar un panfleto anónimo donde insultaba a varias periodistas (entre quienes tuve el honor de contarme), se iba a amilanar porque le hicieran un cacerolazo.
Y estoy pensando en aquella otra época en que una parte de la oposición apostó a que en los oficiales disidentes de Altamira estaba la salvación de la República. Guardo en carpeta sellada los insultos que recibí entonces por haber reaccionado, a pocas horas de la maniobra del obelisco, señalando su inutilidad y patetismo teatral. (Condensa el estilo de los remitentes un mensaje que rezaba:
“perra, puta, maracucha”. Toda una imprecisión, por cierto, puesto que soy perijanera). Como puede verse, esa fracción de la oposición estaba convencida de que los oficiales disidentes derrocarían el gobierno de Chávez y se abriría para el país una nueva era. ¿Cómo se explica este desatino? Porque ya entonces comenzaba a fraguarse este estado de desesperanza que hoy se percibe con toda claridad en todo, absolutamente todo, el país.
VENDRÍAN OTRAS, TERRIBLES, ÉPOCAS. Los tiempos, por ejemplo, de lo que ha dado en llamarse, muy apropiadamente, “el fraude continuado”, tan minuciosamente documentado por El informe Súmate, la verdad sobre el Reafirmazo, uno de los libros más escalofriantes, por su riguroso tono técnico y lo irrebatible de sus argumentos, en la historia de la tortura, en este caso practicada a una situación en su conjunto y no a un sólo detenido en una dependencia militar (un libro, al parecer, que muy pocos hemos leído y respetamos, puesto que nadie lo cita cuando toca mencionar los grandes méritos de los directivos de Súmate, que rebasan con mucho sus gracias físicas, también innegables y muy de apreciar).
Aquella seguidilla de trampas, de burlas a la ciudadanía, de descarado abuso de poder, concluiría con el referéndum del 15 de agosto, sobre cuyos resultados aún existen dudas; si no en cuanto el apoyo con que contaba y cuenta el presidente Chávez (que las encuestas de entonces y de ahora refrendan), sí por aquellos antecedentes de grosero desconocimiento de los derechos políticos de muy buena parte de la población.
El 15 de Agosto estrangularía aún más la esperanza. Y me permito asegurar que la esperanza de todos, no sólo de quienes votamos por la opción revocatoria del mandato presidencial, sino de todos los venezolanos, porque esa fecha marcaría el desbordamiento del autoritarismo de Chávez (cuya máxima coagulación es la lista de Tascón), su nefasta alianza con Fidel Castro, la entrega de los recursos de Venezuela a la dictadura cubana, el ingreso de los agentes del G–2, ya, desde luego, en marcha desde el comienzo del gobierno pero entonces convertida en muchedumbre, claramente perceptible por la población. Y marcaría también, y sobre todo, el desbocamiento de la corrupción administrativa en todos los estratos del Gobierno. Nadie ganó con el 15–A, sólo Chávez y su camarilla. Y Fidel Castro, evidentemente, el principal beneficiario.
DESPUÉS DE AQUELLA FECHA, EL GOBIERNO SE COMPROMETERÍA EN UNA ESTRATEGIA DE INTIMIDACIÓN ELABORADA PARA QUE ALCANZARA A TODOS LOS VENEZOLANOS. A sus acólitos, para garantizar la militancia, la lealtad... y la complicidad, en muchos casos. Y a los adversarios, para demoler, dentro de sus cabezas, en el centro de sus almas, la rebeldía, el espíritu crítico, la claridad opositora. El miedo y la desesperación son los mejores estímulos para incurrir en errores, para dar bandazos, para dejar en la cuneta los principios porque la dolorosa impaciencia empuja a embestir sin mayores discernimientos.
Y en eso nos encontramos ahora.
Yo quisiera que mi escritura tuviera la eficiencia y el vigor necesarios para expresar la consternación que siento cuando veo al presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, Ricardo Alarcón, en el estrado de nuestra Asamblea Nacional. No he aprendido en mi peregrinación por el castellano las palabras exactas para dar cuenta del tornado que se desata en mi pecho, esa mortificante lava que rápidamente se desplaza hasta mi garganta y barre mis brazos. Los cubanos me han tatuado con la humillación.
La presencia del embajador de Cuba en nuestro Parlamento, en nuestra vida política, en los entornos que son de Venezuela y de los venezolanos, me ha impregnado de la mayor vergüenza que nunca he experimentado.
Pero si no tengo las palabras para nombrar la deshonra en que vivo desde que Fidel Castro y sus rufianes son los amos de mi país, los artífices de nuestro destino, quisiera tenerlas al menos para contribuir a desmontar el ardid preparado para mantenernos en el miedo y la desarticulación.
Es con el objetivo de paralizarnos de miedo que el dictador de Cuba, el último invasor de Venezuela y verdugo de nuestros soldados (durante los años sesenta), ha sido escogido como padrino de la promoción del curso de Estado Mayor del Ejército. Es para que nos convirtamos en colaboradores de su proyecto totalitario que el comandante general del Ejército, general Raúl Baduel, envía un boletín a los medios de comunicación para anunciar “la incorporación de la Reserva a los ejercicios militares que se realizan en la población de El Pao, estado Cojedes”. No es un gesto de mero carácter informativo que con su jerga abstrusa, el oficial esotérico reencarna en la perversión para hacernos saber que el Ejército está concentrado en reconvertirse en guerrero asimétrico, es decir, en instantáneo represor de cualquier iniciativa subversiva (la asimetría no es entre Estados Unidos y Venezuela, en cuyo caso hablaríamos de disimilitud sideral de las posibilidades militares, sino entre la población y el Gobierno).
Eso, que los aduladores llaman “pensamiento militar”, para atribuirle a Chávez una capacidad filosófica, está concebido para aterrar, confundir y obstaculizar la formidable tarea liberadora que tenemos por delante.
Todos los venezolanos.
Venezuela or Fidel
Manuel Felipe Sierra
El Nacional, June 8, 2005
La escogencia de Fidel Castro como padrino de la más reciente promoción del curso de Estado Mayor, no sólo coloca una mancha de deshonra en los uniformes de quienes tomaron la decisión, sino que desafía la dignidad nacional. Es un nuevo paso en el proceso de acelerada fidelización. Sería un error concebir el contubernio La Habana– Caracas como un asunto meramente diplomático o de la exclusiva responsabilidad de Chávez. La cesión deliberada de soberanía a la dictadura cubana asume una suprema importancia que se convierte en un desafío para los venezolanos.
Chávez no recibió un mandato para reproducir en Venezuela un modelo que después de 46 años ha devenido en un sangriento anacronismo histórico.
El gobernante fue electo democráticamente para generar un cambio sobre la base del respeto a los derechos humanos y el Estado de Derecho y no para instaurar tramposamente una versión del fidelismo aderezada con las perversas fórmulas autocráticas de Mugabe en Zimbabue. Es lógico que existan convenios comerciales y de cooperación entre los dos países.
Se entiende, incluso, que la trasnochada noción del socialismo que tiene el alto gobierno establezca una línea de simpatía con lo que hoy es una tiranía crepuscular. Pero la importación de agentes del G–2 para la reingeniería de los cuerpos policiales y de inteligencia y para reconvertir la Fuerza Armada Nacional en una milicia al servicio de un proyecto militarista y mesiánico, comportan un acto contrario al más elemental interés de la nación.
Hoy en día, la injerencia fidelista es mayor en Venezuela que la que hubo en el pasado en el Chile de Allende, la Granada de Bishop y los 10 años de la revolución sandinista en Nicaragua.
Que la señora Marta Harnecker trace las líneas de la revolución venezolana en instalaciones militares; que el presidente de la Asamblea de Cuba, Ricardo Alarcón, se permita dar clases de democracia, cuando ha sido un obsecuente devoto del gobierno más cruel de América Latina; que algunos consejos de ministros se realicen en el Palacio de la Revolución; que Castro haga chistes sobre las elecciones venezolanas y exalte la farsa plebiscitaria que suele montar para engañar a los cubanos; que Venezuela instale una sucursal del Banco Industrial en una nación sin sistema financiero y que no estará sujeta a control ni auditorías y que gracias a una oficina de Pdvsa el régimen cubano se convierta en exportador de petróleo; que las deplorables cartillas de la educación cubana sean recitadas en las escuelas venezolanas y que el país ponga en riesgo las relaciones con Estados Unidos por la extradición de Posada Carriles para servir de comparsa a uno de los shows de Castro frente al malecón habanero, son razones más que suficientes para comprender que la fidelización es un problema de mayor entidad y prioridad que los menudos cálculos electoreros y el desbordamiento de pequeñas ambiciones que llenan la agenda de los partidos.
Ahora es el momento de que sectores consecuentes de la oposición tomen la iniciativa de iniciar una movilización que seguramente despertará el orgullo y la fibra patriótica y si es posible, para activar el mecanismo de un referéndum consultivo que permita a los ciudadanos decidir si asumen la democracia que le ha sido tan cara o prefieren, en cambio, ser vasallos de una oprobiosa dictadura foránea. Está en juego nada menos que el destino de la patria.
Manuel Felipe Sierra
El Nacional, June 8, 2005
La escogencia de Fidel Castro como padrino de la más reciente promoción del curso de Estado Mayor, no sólo coloca una mancha de deshonra en los uniformes de quienes tomaron la decisión, sino que desafía la dignidad nacional. Es un nuevo paso en el proceso de acelerada fidelización. Sería un error concebir el contubernio La Habana– Caracas como un asunto meramente diplomático o de la exclusiva responsabilidad de Chávez. La cesión deliberada de soberanía a la dictadura cubana asume una suprema importancia que se convierte en un desafío para los venezolanos.
Chávez no recibió un mandato para reproducir en Venezuela un modelo que después de 46 años ha devenido en un sangriento anacronismo histórico.
El gobernante fue electo democráticamente para generar un cambio sobre la base del respeto a los derechos humanos y el Estado de Derecho y no para instaurar tramposamente una versión del fidelismo aderezada con las perversas fórmulas autocráticas de Mugabe en Zimbabue. Es lógico que existan convenios comerciales y de cooperación entre los dos países.
Se entiende, incluso, que la trasnochada noción del socialismo que tiene el alto gobierno establezca una línea de simpatía con lo que hoy es una tiranía crepuscular. Pero la importación de agentes del G–2 para la reingeniería de los cuerpos policiales y de inteligencia y para reconvertir la Fuerza Armada Nacional en una milicia al servicio de un proyecto militarista y mesiánico, comportan un acto contrario al más elemental interés de la nación.
Hoy en día, la injerencia fidelista es mayor en Venezuela que la que hubo en el pasado en el Chile de Allende, la Granada de Bishop y los 10 años de la revolución sandinista en Nicaragua.
Que la señora Marta Harnecker trace las líneas de la revolución venezolana en instalaciones militares; que el presidente de la Asamblea de Cuba, Ricardo Alarcón, se permita dar clases de democracia, cuando ha sido un obsecuente devoto del gobierno más cruel de América Latina; que algunos consejos de ministros se realicen en el Palacio de la Revolución; que Castro haga chistes sobre las elecciones venezolanas y exalte la farsa plebiscitaria que suele montar para engañar a los cubanos; que Venezuela instale una sucursal del Banco Industrial en una nación sin sistema financiero y que no estará sujeta a control ni auditorías y que gracias a una oficina de Pdvsa el régimen cubano se convierta en exportador de petróleo; que las deplorables cartillas de la educación cubana sean recitadas en las escuelas venezolanas y que el país ponga en riesgo las relaciones con Estados Unidos por la extradición de Posada Carriles para servir de comparsa a uno de los shows de Castro frente al malecón habanero, son razones más que suficientes para comprender que la fidelización es un problema de mayor entidad y prioridad que los menudos cálculos electoreros y el desbordamiento de pequeñas ambiciones que llenan la agenda de los partidos.
Ahora es el momento de que sectores consecuentes de la oposición tomen la iniciativa de iniciar una movilización que seguramente despertará el orgullo y la fibra patriótica y si es posible, para activar el mecanismo de un referéndum consultivo que permita a los ciudadanos decidir si asumen la democracia que le ha sido tan cara o prefieren, en cambio, ser vasallos de una oprobiosa dictadura foránea. Está en juego nada menos que el destino de la patria.
Thursday, June 02, 2005
Ay, María Corina, qué fastidio
Milagros Socorro, El Nacional, Thursday 2, June 2005
Lo peor de todo son las rodillitas. Esas manzanas de mármol (minuciosamente depiladas) asomando de la minifalda, un look entre ejecutivo y sexy, muy al uso entre las jóvenes ambiciosas del momento.
Están las sandalitas, desparpajadas, audaces, veraniegas. Pero lo descorazonador son esas rodillas apretadas para hacer más llevadero el piconcito, esas rodillas ateridas porque a su lado no se encuentra un buen muchacho, un “admirador”, como se decía antes, un amante tierno y caballeroso sino el hombre más poderoso de la Tierra, el más frío cuando toca ordenar un bombardeo, uno de los más sedientos a la hora de los bloody marys... Y allí, a su lado, con cara de colegiala elegida para recitarle un poema al general Perón de visita en el plantel, está María Corina Machado, con una sonrisita forzada porque algo dentro de sí debía estarle advirtiendo que en ese momento cometía el peor error de su vida.
SI LAS FOTOGRAFÍAS DEL PRESIDENTE HUGO CHÁVEZ CON FIDEL CASTRO PRODUCEN ESA TERRIBLE DESAZÓN porque son el emblema del descaro con que el gobierno autoritario de Venezuela procura y paga a precio de oro una intervención extranjera, que, encima, lleva la marca de una dictadura ferozmente represiva, sanguinaria y empobrecedora, esta imagen de la directora de Súmate de manitas con el presidente de Estados Unidos es lo más patético que podíamos imaginar. Lo que se llama la guerra simétrica: el presidente de la República se abraza con Fidel Castro y una parte de la oposición se retrata de manitos agarradas con Bush, el mayor promotor de la guerra que haya conocido la humanidad. Qué triste. Qué gran idiotez.
YO ME IMAGINO QUE ESA INSTANTÁNEA DE MARíA CORINA MACHADO CON GEORGE BUSH LLEGARÁ A VALER MILLONES EN EL MERCADO DE FOTOS RARAS porque no es común que en la actualidad alguien se exponga frente a la cámara en semejante compañía.
Nadie quiere estar en esa situación.
Muy por el contrario. Todos los artistas, todos los escritores, todos los intelectuales de valía, todos los luchadores sociales, toda la gente seria del mundo se ha deslindado de la manera más radical del primer mandatario estadounidense. Todo el mundo sensato, sensible, apegado a la justicia y con algún sentido histórico ha manifestado su repudio a la forma de gobernar de Bush, a su grosera noción imperialista, a su desprecio por la vida humana y por la convivencia de las naciones, por su conservadurismo, su mentalidad ultramontana.
No hay nada en el mundo más rayoso que el presidente Bush. Y esa es la ribera que escoge María Corina Machado para llevar a pastar sus rodillitas. Qué triste. Qué desatino.
¿Y LAS DECLARACIONES? POR QUÉ TIENE QUE IR MARÍA CORINA MACHADO A DECIRLE A BUSH QUE NOSOTROS LOS VENEZOLANOS TENEMOS EL “DESEO DE VIVIR EN LIBERTAD y en democracia”.
¿Por qué tiene que ir a decírselo precisamente al mandamás de la mayor potencia del mundo? ¿Tiene María Corina Machado tan poca fe en los resultados de nuestras luchas democráticas, que tiene que ir a buscar una especie de padre o de réferi que medie para solucionar nuestros problemas? ¿Se les ha ocurrido, a los directivos de Súmate, que así como deploramos la intervención de la dictadura cubana en el territorio y en los asuntos de Venezuela, de la misma manera rechazamos enérgicamente una eventual intervención norteamericana?
¿Se han paseado por esa reflexión? Es bueno que vayan cayendo en cuenta de que la visita de María Corina Machado a George Bush es una afrenta para muchos de nosotros, los que estamos determinados a vivir en nuestro país sin tutores y sin padrinos extranjeros.
Las rodillitas de María Corina Machado refractando la luz del flash, sentada en la butaca tapizada de raso, en la Casa Blanca, me producen una melancolía, cómo diría, espesa. Es algo así como una vaina más, como ese tipo de problema que no te da rabia, ni apremio, sino un inmenso aburrimiento, un fastidio impregnado de vaga irritación.
Y me imagino a los “asesores comunicacionales” del gobierno bolivariano justificando sus mesadas millonarias, reproduciendo la fotico donde María Corina y George se rozan los dedos... me los imagino introduciendo la foto en sobres manila... me los imagino armando cerros de sobres: el montón que va para América Latina, el de Europa, el de Asia, el de Oceanía, el de los círculos bolivarianos de todo el orbe, el de los todos los periódicos importantes del planeta... las rodillitas marfileñas multiplicadas casi a lo infinito. Su dueña es portadora de un mensaje que el gobierno revolucionario de Venezuela esparcirá por todos los confines: ¿vieron? Ahí tienen.
Era verdad. La vestal de Súmate, la defensora de los procesos eleccionarios transparentes, míramela, hombro con hombro con el tipo.
Cabe prever que ya María Corina no será molestada nunca más por la justicia bolivariana. No hará falta. Ella misma encendió la luz que había estado apagada por un siglo en el calabozo de Luisa Cáceres de Arismendi. Ella solita se ha metido, ha ajustado la puerta y ha arrojado la llave. Nadie vendrá a sacarla. Allí escuchará el rumor lejano del mar de la política en cuyas olas sólo se bañan los que tienen sentido de la oportunidad.
Milagros Socorro, El Nacional, Thursday 2, June 2005
Lo peor de todo son las rodillitas. Esas manzanas de mármol (minuciosamente depiladas) asomando de la minifalda, un look entre ejecutivo y sexy, muy al uso entre las jóvenes ambiciosas del momento.
Están las sandalitas, desparpajadas, audaces, veraniegas. Pero lo descorazonador son esas rodillas apretadas para hacer más llevadero el piconcito, esas rodillas ateridas porque a su lado no se encuentra un buen muchacho, un “admirador”, como se decía antes, un amante tierno y caballeroso sino el hombre más poderoso de la Tierra, el más frío cuando toca ordenar un bombardeo, uno de los más sedientos a la hora de los bloody marys... Y allí, a su lado, con cara de colegiala elegida para recitarle un poema al general Perón de visita en el plantel, está María Corina Machado, con una sonrisita forzada porque algo dentro de sí debía estarle advirtiendo que en ese momento cometía el peor error de su vida.
SI LAS FOTOGRAFÍAS DEL PRESIDENTE HUGO CHÁVEZ CON FIDEL CASTRO PRODUCEN ESA TERRIBLE DESAZÓN porque son el emblema del descaro con que el gobierno autoritario de Venezuela procura y paga a precio de oro una intervención extranjera, que, encima, lleva la marca de una dictadura ferozmente represiva, sanguinaria y empobrecedora, esta imagen de la directora de Súmate de manitas con el presidente de Estados Unidos es lo más patético que podíamos imaginar. Lo que se llama la guerra simétrica: el presidente de la República se abraza con Fidel Castro y una parte de la oposición se retrata de manitos agarradas con Bush, el mayor promotor de la guerra que haya conocido la humanidad. Qué triste. Qué gran idiotez.
YO ME IMAGINO QUE ESA INSTANTÁNEA DE MARíA CORINA MACHADO CON GEORGE BUSH LLEGARÁ A VALER MILLONES EN EL MERCADO DE FOTOS RARAS porque no es común que en la actualidad alguien se exponga frente a la cámara en semejante compañía.
Nadie quiere estar en esa situación.
Muy por el contrario. Todos los artistas, todos los escritores, todos los intelectuales de valía, todos los luchadores sociales, toda la gente seria del mundo se ha deslindado de la manera más radical del primer mandatario estadounidense. Todo el mundo sensato, sensible, apegado a la justicia y con algún sentido histórico ha manifestado su repudio a la forma de gobernar de Bush, a su grosera noción imperialista, a su desprecio por la vida humana y por la convivencia de las naciones, por su conservadurismo, su mentalidad ultramontana.
No hay nada en el mundo más rayoso que el presidente Bush. Y esa es la ribera que escoge María Corina Machado para llevar a pastar sus rodillitas. Qué triste. Qué desatino.
¿Y LAS DECLARACIONES? POR QUÉ TIENE QUE IR MARÍA CORINA MACHADO A DECIRLE A BUSH QUE NOSOTROS LOS VENEZOLANOS TENEMOS EL “DESEO DE VIVIR EN LIBERTAD y en democracia”.
¿Por qué tiene que ir a decírselo precisamente al mandamás de la mayor potencia del mundo? ¿Tiene María Corina Machado tan poca fe en los resultados de nuestras luchas democráticas, que tiene que ir a buscar una especie de padre o de réferi que medie para solucionar nuestros problemas? ¿Se les ha ocurrido, a los directivos de Súmate, que así como deploramos la intervención de la dictadura cubana en el territorio y en los asuntos de Venezuela, de la misma manera rechazamos enérgicamente una eventual intervención norteamericana?
¿Se han paseado por esa reflexión? Es bueno que vayan cayendo en cuenta de que la visita de María Corina Machado a George Bush es una afrenta para muchos de nosotros, los que estamos determinados a vivir en nuestro país sin tutores y sin padrinos extranjeros.
Las rodillitas de María Corina Machado refractando la luz del flash, sentada en la butaca tapizada de raso, en la Casa Blanca, me producen una melancolía, cómo diría, espesa. Es algo así como una vaina más, como ese tipo de problema que no te da rabia, ni apremio, sino un inmenso aburrimiento, un fastidio impregnado de vaga irritación.
Y me imagino a los “asesores comunicacionales” del gobierno bolivariano justificando sus mesadas millonarias, reproduciendo la fotico donde María Corina y George se rozan los dedos... me los imagino introduciendo la foto en sobres manila... me los imagino armando cerros de sobres: el montón que va para América Latina, el de Europa, el de Asia, el de Oceanía, el de los círculos bolivarianos de todo el orbe, el de los todos los periódicos importantes del planeta... las rodillitas marfileñas multiplicadas casi a lo infinito. Su dueña es portadora de un mensaje que el gobierno revolucionario de Venezuela esparcirá por todos los confines: ¿vieron? Ahí tienen.
Era verdad. La vestal de Súmate, la defensora de los procesos eleccionarios transparentes, míramela, hombro con hombro con el tipo.
Cabe prever que ya María Corina no será molestada nunca más por la justicia bolivariana. No hará falta. Ella misma encendió la luz que había estado apagada por un siglo en el calabozo de Luisa Cáceres de Arismendi. Ella solita se ha metido, ha ajustado la puerta y ha arrojado la llave. Nadie vendrá a sacarla. Allí escuchará el rumor lejano del mar de la política en cuyas olas sólo se bañan los que tienen sentido de la oportunidad.
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