Saturday, August 06, 2005

La verdad del elefante

Fausto Masó
El Nacional, Saturday 6, August 2005


¡Cómo me costó darme cuenta de una verdad del tamaño de un elefante! No en balde tardé tanto en aprender a leer y a escribir. Después de comerme durante horas las uñas frente al televisor, observando a numerosos voceros de la oposición pedir no votar, me fijé que ni un dirigente del MVR defendía la abstención.

Los chavistas no desconfían del CNE.

Me cayó entonces la moneda: no votarán los antichavistas, pero sí los chavistas.

¿Brillante, eh? ¿Quién ganará estas elecciones y las próximas y las próximas? El CNE no moverá un dedo para que vote la oposición.

Chávez vencerá, pero no convencerá.

Sus sucesivas victorias electorales alimentarán el fuego en la olla de presión, Venezuela reventará a partir de 2007. Chávez no aceptará una salida tipo PRI, alguna forma de alternarse en el poder.

Tanto abstencionistas como partidarios de votar envían mensajes contradictorios.

Los segundos afirman que el CNE hará trampa, invitan a perder el voto. Los que piden que nos quedemos en casa no presentan un plan B, prometen aplicar el famoso 350 de la Constitución, ¡pacífica y democráticamente! Creen deslegitimar a Chávez y sacrifican a un infeliz miembro de una junta parroquial.

Si usted se golpea con un martillo, a su enemigo no le dolerá la cabeza. Los partidarios de la abstención creen que su mensaje convencerá a 100% del país.

Piden no salir a la calle, cerrar ventanas, apagar luces para que el silencio en las calles abrume a Chávez. Confunden Altamira con La Vega.

¿Quién ganará las elecciones de diciembre de este año y del próximo? Pregunta ociosa. Al abstencionista que ya lo era antes de 1999 costará Dios y ayuda convencerlo de que vote para evitar el control total de la Asamblea después de las elecciones de diciembre.

La oposición está dividida entre abstencionistas y electoralistas, representantes de la sociedad civil y políticos, partidos nuevos y viejos, partidos locales y nacionales.

El CNE impulsó la abstención del antichavismo dejando circular consejas que desalentaban al electorado de la oposición. Ríos de tintas denunciaron los cuadernos electrónicos. ¡La nueva lista de Tascón! Dos semanas antes de las elecciones, el CNE anunció que sólo en dos estados se aplicarían los cuadernos; la noticia pasó inadvertida. Pudo aclarar el tema hace meses, o insistir en que se contará una caja por centro electoral.

El CNE alentó la desconfianza de la oposición. ¿Le molesta al Gobierno que la oposición no vote? Nooooo.

Nadie conoce a los candidatos de la oposición. ¿Cómo? Sin recursos, sus campañas han sido limitadas a volantes y uno que otro cartel. La prohibición de la Constitución de financiar los partidos liquida los partidos de oposición, los condena a esas campañas anónimas que antes hacía la izquierda.

Soñar no cuesta nada. Imaginemos que la oposición derrotase a Hugo Chávez en diciembre de 2006, por una cabeza como, en el tango. Algo posible a juzgar por un examen somero de esas encuestas.

Al nuevo presidente se le opondrá dos tercios de la Asamblea. Al poco tiempo lo enjuiciarán por cualquier razón. ¿Política ficción? No, un escenario poco probable, porque la abstención pesará como una tonelada de plomo en diciembre de 2006.

Además, los posibles candidatos a diputados o a presidente no han luchado contra la abstención y parecerán oportunistas pidiendo el voto. Las razones principales para no votar seguirán en pie este diciembre y el próximo año. El CNE seguirá controlado por el chavismo, el Tribunal Supremo igual, las máquinas de Smartmatic no habrán cambiado, no se contarán todas las boletas.

En los próximos días comenzarán los esfuerzos para convencer a los desmovilizados a que voten por los posibles diputados de la oposición, o por los candidatos presidenciales. Los que se abstengan hoy no cambiarán de opinión mañana.

Una minoría admirable y militante seguirá en la calle.

Conocemos el final de la película, vimos otra hace muchos años. Pero no vale la pena jugar a Casandra. La suerte está echada.

Algún día, quizá en unos años, el país no chavista aceptará que sin partidos no hay democracia y que si no mandan los políticos, detestables, inescrupulosos y canallescos políticos, recibiremos órdenes de los militares.

Por mi parte, prefiero al politiquero más vulgar a cualquier soldado que representa la soberanía, la dignidad nacional y los valores nacionales. Si me dan a escoger entre un politiquero y un salvador de la patria, me quedo con el primero.

A partir de la próxima semana el debate interno en la oposición pasará al canibalismo.

A menos que un candidato presidencial obtenga una ventaja abrumadora, se desprenda del pelotón, nos aguarda un triste espectáculo en los que más de uno se dedicará a destrozar a los que visitan los barrios, o intentan construir una nueva mayoría. Los descalificarán, les dirán sifrinos, representantes de la izquierda conservadora, o politiqueros del pasado.

Shakespeare no sabía nada de la vida.

Hamlet se ahorcó después de meditar durante semanas con una calavera (de plástico) en las manos, repitiéndose la cansona pregunta de votar o no votar.

Borracho, buscó una soga y un árbol.

Después de pasar a peor vida escuchó a lo lejos la risa estruendosa del rey que compartía el lecho con su madre. En vez de quitarle el sueño al rey, el príncipe de Dinamarca dejó de dormir para siempre.

Cada Navidad el rey recordaba siempre aquel simpático monólogo. ¡Que bonito hablaba Hamlet!, afirmaba mientras alzaba en el aire una apetitosa pierna de cordero. La historia no concluye felizmente.

Sin enemigos, el rey engordó como un Orson Welles, pero sin su talento, hasta que el colesterol vengó a Hamlet, y un día sus propios cortesanos devoraron vivo al rey.

En cualquier tragedia al final nadie salva el pellejo, como en el cuento pornográfico del loro que se reía de los pasajeros del Titanic, hasta que también a él se lo tragó el mar.

Nunca está más oscuro que cuando nos golpeamos la cabeza con un martillo. O quizá llegó la hora de sacar una linterna y confiar que si no nos caemos a mentiras alguna luz aparecerá al final del túnel, siempre será mejor reventar con los ojos abiertos que con la cabeza llena de musarañas.

O quizá entonces comience a amanecer.

Busque su linterna, por si acaso.

¿Cuál es la última razón para votar?
Develarle el juego a Chávez, ponerlo en evidencia, quitarle la máscara democrática en América Latina, obligarlo a no entregar el poder después de que haya perdido por avalancha.
Unending Graft Is Threatening Latin America

Originally published in the New York Times on July 30th 2005. They ask me to fork over 3.50 USD to pay for this article in English but El Nacional published a Spanish Version on August 6, and I already pay for El Nacional Web access. Besides, I should be the one paid to read the crap written by Forero.


Corrupción amenaza a nuevas democracias latinoamericanas

Por LARRY ROHTER y JUAN FORERO

RÍO DE JANEIRO — Mientras estaba en campaña para la Presidencia en 2002, Luiz Inácio Lula da Silva audazmente prometió poner fin a la sórdida política de Brasil. El suyo, aseguró, sería un gobierno ético, honesto y recto, del tipo que Brasil nunca había visto.

Esa promesa lo ayudó a ganar el voto de más de 50 millones de brasileños y un claro mandato. Pero ahora, en una sombría repetición de lo que ha ocurrido una y otra vez en Latinoamérica, el gobierno de Da Silva está implicado en el escándalo de corrupción más grande y audaz en la historia de su país.

Investigadores del Congreso han escuchado testimonios de que el gobernante Partido de los Trabajadores le pagó a docenas de diputados de otros partidos un estipendio mensual de 12.500 dólares a cambio de su apoyo. El mes pasado, un funcionario del partido fue detenido en un aeropuerto con 100.000 dólares ocultos en su ropa interior, que aseguró haber ganado con la venta de verduras.

El escándalo brasileño es sólo el último recordatorio de la incesante corrupción que ha caracterizado a la política latinoamericana desde épocas coloniales, cuando gobernantes absolutos consideraban a los reinos recién conquistados del Nuevo Mundo como su propiedad personal. La diferencia importante hoy en día es que el control lo tienen gobiernos electos y la corrupción ha surgido como una de las amenazas más graves a los avances democráticos logrados con dificultad en los últimos 20 años.

Por toda la región, estos demócratas de segunda generación han demostrado ser decepcionantes, y su ineficacia y baja popularidad han permitido el aumento de la inestabilidad política y la disparidad económica.

Las encuestas de opinión citan habitualmente a la corrupción como la principal causa de un peligroso desencanto que se extiende por toda la región. Esto ha llevado a violentos estallidos populares, entre ellos el linchamiento de funcionarios públicos en Perú y ha ayudado a expulsar del poder a ocho jefes de estado en cinco años.

“Simplemente no ha habido un quiebre con el pasado”, declaró Edgar Villanueva, congresista que encabeza una de varias investigaciones al gobierno del presidente Alejandro Toledo en Perú. “Lo que ha ocurrido en Latinoamérica es que no hemos sido capaces de poner a gente buena en el poder. La persona en el poder siempre mantiene vínculos con su pequeña base de poder y olvida al pueblo, olvida sus promesas”, agregó.

Toledo también llegó al gobierno con promesas similares de acabar con la corrupción del pasado, al suceder a Alberto Fujimori, cuyas bizantinas redes de sobornos y extorsión parecieron establecer un nuevo estándar para la región.

Hoy en día, más de una docena de familiares de Toledo, entre ellos su esposa y hermanos, están acusados de usar su influencia para su beneficio personal. Acusaciones similares en Ecuador contribuyeron a la caída del Presidente Lucio Gutiérrez en abril.

La historia es parecida en el norte.

En México, el Presidente Vicente Fox llegó al poder en el año 2000, tras derrotar al famosamente corrupto y autoritario Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó durante más de siete décadas. Pero sus intentos por frenar la corrupción han fracasado en casi todos los frentes, desde departamentos policíacos a lo largo de la frontera con Estados Unidos, que es cada vez más violenta, hasta su propio gobierno.

Por toda Centroamérica, hay fiscales a cargo de juicios contra líderes actuales y pasados que se enriquecieron mientras estaban en gobernando. En Nicaragua, el ex presidente Arnoldo Alemán ya ha sido acusado de desviar fondos del estado para su uso personal y está en proceso de apelar una sentencia de 20 años de cárcel. Fiscales costarricenses han acusado a dos ex presidentes de aceptar sobornos antes de otorgar lucrativos contratos gubernamentales. Y en Guatemala, los procuradores del Estado están pidiendo la extradición de México del ex presidente Alfonso Portillo, bajo cargos de haber malversado 15,7 millones de dólares.

Algunos señalan el creciente número de casos como evidencia de que los sistemas judiciales y gobiernos por fin están cuestionando a los malos líderes. Pero muchos analistas y ciudadanos consideran que la persistencia de favores políticos, nepotismo y sobornos son una elocuente muestra de la baja calidad de las democracias de la región y lo poco que han cambiado las actitudes de la élite desde la época de los señores de la Colonia.

Muchos habían albergado la esperanza de que el paso de gobiernos autoritarios a democracias iba a poner fin al tipo de corrupción que predominaba cuando los dictadores dirigían los asuntos de Estado, para beneficio de una pequeña camarilla de conocidos que además amenazaba a los potenciales delatores.

Sin embargo, los gobiernos sucesivos en todo el espectro político, ya sea defensores del libre mercado como Toledo, o izquierdistas autoproclamados, como Da Silva, han demostrado ser incluso más susceptibles.

Con economías que antes estuvieron cerradas y ahora se abren, y con las ganancias corporativas a niveles récord, las oportunidades de corrupción y sobornos son mayores que nunca.

Países como Chile y Uruguay son la excepción y la envidia del resto.

Quizá más inquietante para la salud democrática de la región es que los escándalos recientes, particularmente el de Brasil, involucran corrupción no sólo para el enriquecimiento personal, sino también para obtener y aferrarse al mandato indefinidamente, con lo que se amenaza a las propias instituciones democráticas.

Los líderes implicados desmienten que hayan realizado delitos y se han mostrado renuentes a aceptar cualquier responsabilidad.

En un principio, Da Silva sostuvo:
“En lo que se refiere a su conducta electoral, el Partido de los Trabajadores hizo lo que se ha hecho sistemáticamente en Brasil”. Pero luego abandonó esas excusas en favor de protestas sobre su inocencia e integridad personal. “En este país, aún no ha nacido la persona que pueda debatir sobre ética conmigo”, declaró en un discurso el mes pasado.