Saturday, August 06, 2005

Unending Graft Is Threatening Latin America

Originally published in the New York Times on July 30th 2005. They ask me to fork over 3.50 USD to pay for this article in English but El Nacional published a Spanish Version on August 6, and I already pay for El Nacional Web access. Besides, I should be the one paid to read the crap written by Forero.


Corrupción amenaza a nuevas democracias latinoamericanas

Por LARRY ROHTER y JUAN FORERO

RÍO DE JANEIRO — Mientras estaba en campaña para la Presidencia en 2002, Luiz Inácio Lula da Silva audazmente prometió poner fin a la sórdida política de Brasil. El suyo, aseguró, sería un gobierno ético, honesto y recto, del tipo que Brasil nunca había visto.

Esa promesa lo ayudó a ganar el voto de más de 50 millones de brasileños y un claro mandato. Pero ahora, en una sombría repetición de lo que ha ocurrido una y otra vez en Latinoamérica, el gobierno de Da Silva está implicado en el escándalo de corrupción más grande y audaz en la historia de su país.

Investigadores del Congreso han escuchado testimonios de que el gobernante Partido de los Trabajadores le pagó a docenas de diputados de otros partidos un estipendio mensual de 12.500 dólares a cambio de su apoyo. El mes pasado, un funcionario del partido fue detenido en un aeropuerto con 100.000 dólares ocultos en su ropa interior, que aseguró haber ganado con la venta de verduras.

El escándalo brasileño es sólo el último recordatorio de la incesante corrupción que ha caracterizado a la política latinoamericana desde épocas coloniales, cuando gobernantes absolutos consideraban a los reinos recién conquistados del Nuevo Mundo como su propiedad personal. La diferencia importante hoy en día es que el control lo tienen gobiernos electos y la corrupción ha surgido como una de las amenazas más graves a los avances democráticos logrados con dificultad en los últimos 20 años.

Por toda la región, estos demócratas de segunda generación han demostrado ser decepcionantes, y su ineficacia y baja popularidad han permitido el aumento de la inestabilidad política y la disparidad económica.

Las encuestas de opinión citan habitualmente a la corrupción como la principal causa de un peligroso desencanto que se extiende por toda la región. Esto ha llevado a violentos estallidos populares, entre ellos el linchamiento de funcionarios públicos en Perú y ha ayudado a expulsar del poder a ocho jefes de estado en cinco años.

“Simplemente no ha habido un quiebre con el pasado”, declaró Edgar Villanueva, congresista que encabeza una de varias investigaciones al gobierno del presidente Alejandro Toledo en Perú. “Lo que ha ocurrido en Latinoamérica es que no hemos sido capaces de poner a gente buena en el poder. La persona en el poder siempre mantiene vínculos con su pequeña base de poder y olvida al pueblo, olvida sus promesas”, agregó.

Toledo también llegó al gobierno con promesas similares de acabar con la corrupción del pasado, al suceder a Alberto Fujimori, cuyas bizantinas redes de sobornos y extorsión parecieron establecer un nuevo estándar para la región.

Hoy en día, más de una docena de familiares de Toledo, entre ellos su esposa y hermanos, están acusados de usar su influencia para su beneficio personal. Acusaciones similares en Ecuador contribuyeron a la caída del Presidente Lucio Gutiérrez en abril.

La historia es parecida en el norte.

En México, el Presidente Vicente Fox llegó al poder en el año 2000, tras derrotar al famosamente corrupto y autoritario Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó durante más de siete décadas. Pero sus intentos por frenar la corrupción han fracasado en casi todos los frentes, desde departamentos policíacos a lo largo de la frontera con Estados Unidos, que es cada vez más violenta, hasta su propio gobierno.

Por toda Centroamérica, hay fiscales a cargo de juicios contra líderes actuales y pasados que se enriquecieron mientras estaban en gobernando. En Nicaragua, el ex presidente Arnoldo Alemán ya ha sido acusado de desviar fondos del estado para su uso personal y está en proceso de apelar una sentencia de 20 años de cárcel. Fiscales costarricenses han acusado a dos ex presidentes de aceptar sobornos antes de otorgar lucrativos contratos gubernamentales. Y en Guatemala, los procuradores del Estado están pidiendo la extradición de México del ex presidente Alfonso Portillo, bajo cargos de haber malversado 15,7 millones de dólares.

Algunos señalan el creciente número de casos como evidencia de que los sistemas judiciales y gobiernos por fin están cuestionando a los malos líderes. Pero muchos analistas y ciudadanos consideran que la persistencia de favores políticos, nepotismo y sobornos son una elocuente muestra de la baja calidad de las democracias de la región y lo poco que han cambiado las actitudes de la élite desde la época de los señores de la Colonia.

Muchos habían albergado la esperanza de que el paso de gobiernos autoritarios a democracias iba a poner fin al tipo de corrupción que predominaba cuando los dictadores dirigían los asuntos de Estado, para beneficio de una pequeña camarilla de conocidos que además amenazaba a los potenciales delatores.

Sin embargo, los gobiernos sucesivos en todo el espectro político, ya sea defensores del libre mercado como Toledo, o izquierdistas autoproclamados, como Da Silva, han demostrado ser incluso más susceptibles.

Con economías que antes estuvieron cerradas y ahora se abren, y con las ganancias corporativas a niveles récord, las oportunidades de corrupción y sobornos son mayores que nunca.

Países como Chile y Uruguay son la excepción y la envidia del resto.

Quizá más inquietante para la salud democrática de la región es que los escándalos recientes, particularmente el de Brasil, involucran corrupción no sólo para el enriquecimiento personal, sino también para obtener y aferrarse al mandato indefinidamente, con lo que se amenaza a las propias instituciones democráticas.

Los líderes implicados desmienten que hayan realizado delitos y se han mostrado renuentes a aceptar cualquier responsabilidad.

En un principio, Da Silva sostuvo:
“En lo que se refiere a su conducta electoral, el Partido de los Trabajadores hizo lo que se ha hecho sistemáticamente en Brasil”. Pero luego abandonó esas excusas en favor de protestas sobre su inocencia e integridad personal. “En este país, aún no ha nacido la persona que pueda debatir sobre ética conmigo”, declaró en un discurso el mes pasado.