EL CABREO UNIVERSAL
By CARLOS ALBERTO MONTANER
ABC, Spain, July 28 2005
El breve discurso de Castro (apenas cuatro implacables horas) en conmemoración de otro aniversario del asalto al cuartel Moncada, ocurrido el 26 de julio de 1953, ha logrado el extraño milagro de cabrear a todo el mundo: las representaciones extranjeras que esperaban, no se sabe por qué, una señal de tolerancia con la oposición democrática, los familiares de las víctimas del remolcador «13 de marzo», que soñaban con que el Comandante pidiera perdón por el asesinato de 37 personas cometido el 13 de julio de 1994 por la fuerzas de Seguridad, y hasta los miembros del aparato, condenados a estar en el recinto, a quienes se les había asegurado que sería un discurso de 45 minutos.
Pero quienes más disgustados quedaron fueron los venezolanos y los propios cubanos. Los primeros, porque Castro anunció que desde el 2004 unos misteriosos Reyes Magos, o sea, Chávez, a quien no nombró, están subsidiando a Cuba muy generosamente, lo que ahora le permite al gobierno de La Habana comprarle a China mil autobuses, restaurar y dotar de equipos sofisticados a 50 grandes hospitales y más de 800 consultas de dentistas, mientras se reconstruyen las centrales eléctricas y una buena parte de la infraestructura sanitaria del país.
El total de estas donaciones venezolanas a Cuba, encubiertas como créditos irrecuperables, se calculan entre cuatro y cinco millones de dólares diarios, una cifra descomunal que sólo se entiende por la bonanza de los precios del petróleo.
Al mismo tiempo, es esa ayuda la que explica el desdén con que Castro trató a la Unión Europea y a Estados Unidos cuando ofrecieron respaldo tras el paso del huracán Denis: ¿para qué unos cuantos dólares o euros cuando cuenta con la chequera sin fondo de Chávez?
Naturalmente, en Venezuela, donde cada día que pasa hay más pobreza, y en donde los servicios públicos tienen un nivel africano, los venezolanos se preguntan por qué tienen ellos que pechar con el desastre cubano sin antes solucionar el propio.
Dentro de Cuba el discurso fue un chorro de saliva fría. Ni un solo síntoma de rectificación o de sentido común: exactamente la misma ridícula cantinela de casi medio siglo, con los mismos culpables de siempre (el capitalismo, los norteamericanos y los demócratas de la oposición).
Por otra parte, nadie creyó que habrá alivio a los infinitos problemas que padece el país, porque la experiencia les ha enseñado a los cubanos que el socialismo es una máquina implacable de destruir bienes de equipo y de arruinar servicios.
Antes de dieciocho meses toda esa infraestructura que hoy se repara será de nuevo una cosa polvorienta, destrozada por la incuria de la burocracia.
Los pobres soviéticos enterraron cien mil millones de dólares a lo largo de tres décadas para que Cuba pasara de ser uno de los primeros países de América a convertirse en uno de los últimos. A la pobre Venezuela no le irá mucho mejor. Castro acabará por arrebatarle a Chávez hasta su locuacidad de papagayo tropical. Lo dejará sin plumas y sin cacareo.