Friday, December 16, 2005

Vencido por la basura

Milagros Socorro
El Nacional, December 15 2005


El 27 de noviembre pasado, el presidente Chávez hizo, en Tía Juana, estado Zulia, un clamoroso llamado “a todas las instituciones del país y a los venezolanos en general para solucionar definitivamente el problema de la acumulación de basura en los centros urbanos”.

Se trata de una iniciativa que honra al jefe del Estado y revela su sensibilidad frente a uno de los problemas que más atormentan a la población nacional, mayoritariamente asentada en ciudades. “Me niego –dijo Chávez– a que la basura me venza. Vamos a derrotar el basurero, el problema es de todos”. Y a renglón seguido, instó a la ministra del Ambiente, Jacqueline Faría, a recabar información “sobre la mejor tecnología del mundo” para desalojar acumulación de desechos en las calles de casi todo el país.

Esta declaración la hace el Presidente a siete años de gestión gubernamental, en los que el problema –aludido, precisamente, en la única región que ha demostrado éxito al respecto– se ha agravado hasta constituir una penosa carga en el paisaje físico y mental de nuestras urbes. Es un tiempo suficiente como para que el mandatario hubiera comprendido que la solución pasa, sí, por la inversión en tecnologías para el acopio y tratamiento de los residuos; pero que esto es sólo una parte, y no la fundamental, del conjunto de acciones que se deben tomar.

LO PRIMERO QUE EL PRESIDENTE DEBE ADMITIR ES QUE LA BASURA QUE AMENAZA CON DERROTARLO A ÉL Y A SU GOBIERNO ES LA BASURA IDEOLÓGICA: la retórica sobre la que flotan la corrupción, la ineficiencia, el malbaratamiento de los recursos y la exclusión de gran parte de los venezolanos.

De esta suma de despojos se derivan casi todos los flagelos que hoy nos azotan. El estrepitoso fracaso de Freddy Bernal, alcalde del municipio Libertador, en Caracas, es la muestra más palmaria de esto. Bernal demostró carecer de la seriedad, la coherencia gerencial y la preparación profesional para remover los montones de desperdicios de su zona; y Chávez, en vez de reconocer un hecho de imposible negación, apoyó su reelección para un cargo a cuya altura nunca ha estado el funcionario.

La basura ha permanecido –y aumentado– en el municipio Libertador por una operación de basura ideológica que retuvo a Bernal en esa alcaldía.

Ahora Chávez ordena a la ministra del Ambiente que se ponga a buscar la mejor tecnología del mundo en materia de mugre callejera, sin advertir que el Poder Electoral cuenta, supuestamente, con los periquitos más modernos en cuestión comicial; y, sin embargo, esa lustrosa ferretería –comprada a precio de oro– no ha sido capaz de dotar el acto de votación de la sangre que le da vida, cual es la transparencia y la confianza. Otra vez, la basura ideológica y su hermano siamés, el afán de continuidad en el poder a toda costa, desactivan la suficiencia de la tecnología para constituirse en solución de un asunto vital. Queda claro, pues, que mientras un país se conduzca a partir de la basura ideológica, no habrá tecnología, millonazos o buenas intenciones periódicas que alcancen a arañar la disminución de sus dificultades.

PARTAMOS DE QUE LA BASURA NO ES UN QUEBRADERO DE CABEZA ÚNICAMENTE PARA VENEZUELA Y NI SIQUIERA PARA LAS SOCIEDADES MODERNAS. Ya el Imperio Romano elaboró sus mecanismos para retirar el ñoñero que se acumulaba en las calles de sus centros más densos.

Y es sabido que la peste negra que azoló a Europa en la Edad Media, matando la cuarta parte de la población, fue transmitida especialmente por las ratas que transportaban el mal desde los basurales. Pero, desde luego, las ciudades de la actualidad son, como ninguna antes, una máquina de fabricar basura. Y, a mayor prosperidad de un país, más altos son los volúmenes de desechos que genera.

Los caraqueños producimos 800 gramos de basura por día (que en diciembre aumenta a más de un kilo). Esto, referido exclusivamente a los residuos caseros, no a los industriales. Hablamos, pues, de unos 300 kilos de basura al año por cada uno de nosotros. En contraste, cada español genera 434 kilos por individuo y día. El mayor productor de basura en el mundo es Estados Unidos, que pasa de 900 kilos; los japoneses, más de 400. Y están las naciones con reputación de tacita de plata, que, sin embargo, segregan lo suyo, como Finlandia (más de 500), Noruega (473 kilos), Suiza (424 kilos) y Alemania (318 kilos). Ninguno de estos países, todos los cuales superan con creces la producción de basura de Caracas, tienen en ella un problema de salud y de ornato rayano en lo demencial, como en nuestro caso.

LA DIFERENCIA ESTÁ EN QUE EN TODOS ESOS LUGARES LOS DESPERDICIOS SON TRATADOS COMO UN ASUNTO DE CIENCIA, GERENCIA PÚBLICA Y CONCERTACIÓN CON LOS CIUDADANOS. Todos los ciudadanos.

¿Puede alguien imaginar que el alcalde de Oslo tolere montañas de inmundicias ocasionadas por los buhoneros pero que no los desaloje no vaya a ser que se le alebresten?
¿A quién se le ocurriría que el alcalde de Berlín tenga la cara tan dura como para comparecer ante los ciudadanos –que, además, estarían saltando entre la cochambre– para prometerles una y otra vez que va a arreglar esa vaina, y que lo va a hacer sin expertos, sólo con unos camiones y unos fiscales? ¿Es dable concebir que el primer mandatario sueco reconozca que la basura es un asunto de todos pero que luego no haga el menor intento de concertar con esa totalidad nacional las medidas necesarias para ponerle coto, porque la mitad firmó, porque estos son escuálidos o los de más allá están rayados en la lista del Tascón de Suecia?
Si el presidente Chávez observa que el problema de la basura es de todos, como, efectivamente lo es, entonces debe reconocer que la respuesta debe provenir de todos. Que hay un “todos”, para empezar. Porque no llegará al delirio de sugerir que hay dos tipos de residuos: los de su fanaticada, liquen de pesebre, y los que producen los expuestos en la lista Maisanta, estos sí malolientes e insidiosos.

CADA VEZ QUE TIENE LA BASURA AL CUELLO –Y ESTA ES LA CIRCUNSTANCIA EN MÁS DE UN BOTADERO– CHÁVEZ SE VE ENREDADO EN SU DETRITUS DISCURSIVO. En esa ocasión en Tía Juana invitó a la población a dar el ejemplo y colaborar. Pero él escurre el bulto, como si no tuviera nada que ver con el problemón.

“Cuando salgo en carro con mi caravana –dijo, por cierto, en el tono de Pu Yi trasponiendo la Ciudad Prohibida– veo a la gente en la calle lanzando colillas de cigarro, latas y envoltorios a la calle, y hasta delante de los niños. Esto no puede ser”. Y es verdad que no puede ser. ¡Pero no dice nada acerca de los alcaldes que, a pesar de gastar enormes sumas en inhábiles planes de contingencia, operativos ficticios y propaganda ilusoria acerca de “una ciudad limpia”, le incumplen a la ciudadanía y la condenan a chapotear en el excremento!
Como tampoco menciona el hecho de que en la historia de la basura está inscrito el devenir del propio Estado y las relaciones que éste establece con la sociedad; porque a mayor presencia del Estado, más y mejores son los dispositivos instalados para recoger, clasificar y tratar la basura.

Esa lata que un ciudadano arroja porque no tiene por qué no hacerlo –ya que no hay una política de educación y represión que lo induzca a inhibirse de emporcar las vías– es la demostración, multiplicada, como sabemos, hasta la nausea, de que andamos a la deriva, invadidos de chatarra ideológica; y de que, ciertamente, la basura puede terminar arropando a quien, lejos de suprimirla, la prodiga.

Thursday, December 01, 2005

Postpone the elections

Petkoff editorial today


¡POSPONGAN LAS ELECCIONES!


Mas allá de la opinión personal que se pueda tener sobre la forma como se ha producido el retiro de los partidos opositores, lo cierto es que se ha creado una situación política de cuyas consecuencias nadie puede sentirse ajeno, y mucho menos el gobierno. El retiro masivo de los partidos de oposición y la magnitud de la abstención prevista son síntomas de un sistema político enfermo. La acumulación de triquiñuelas y abusos de poder por parte de las autoridades electorales y del gobierno condujo a un espontáneo rechazo del instrumento electoral.

Sencillamente, una parte considerable del país no confía en el sistema electoral ni en el CNE. La supresión de las captahuellas, que en el fondo constituyó un gran logro en el camino de adecentar el sistema electoral, produjo, sin embargo, el efecto paradójico de demostrar que en los últimos comicios habían sido utilizadas tramposamente. El CNE y el sistema electoral quedaron de pronto desnudos ante el país. La abstención como respuesta recibió un poderoso impulso. El gobierno no puede minimizar el tamaño de la crisis política que se ha suscitado y en sana lógica, por el bien de la democracia, está en el deber de contribuir a encontrar una solución democrática y consensual a esta difícil situación.

Lo lógico sería posponer las elecciones por un lapso prudencial, para abrir un compás de conversaciones entre todos los actores políticos con vistas a superar las visibles deficiencias del sistema electoral. La negativa a entregar el REP a los partidos políticos constituye una arbitrariedad inaceptable que debe ser corregida. Las inefables “morochas”, cuya inconstitucionalidad hasta el propio presidente del CNE admitió, deben ser prohibidas. Las captahuellas tienen que ser definitivamente proscritas y de las máquinas debe eliminarse cualquier posibilidad de que mediante ellas pueda vulnerarse el secreto del voto. En fin, se trataría de avanzar aún más en el proceso de conversaciones que se desarrollaron entre los partidos y el CNE y que condujeron a algunas importantes modificaciones en el dispositivo electoral, pero que, a la postre, resultaron insuficientes ante la sospecha, por ejemplo, de que detrás de la negativa a entregar el REP se esconde alguna artimaña.

Unas elecciones con la ausencia de la oposición y con una fuerte abstención no convienen a nadie, y menos que a nadie al propio gobierno, el cual debería evaluar seriamente el efecto antidemocrático, nacional e internacional, del copamiento total de la Asamblea Nacional, en medio de una fuerte ausencia de electores. Una Asamblea monolítica no es democrática ni es revolucionaria; nadie en el mundo la tomaría por tal. El gobierno no podría argüir que no fue su culpa porque ha sido un encadenamiento de abusos y atropellos electorales, a los cuales no fue ajeno, lo que llevó a la actual situación.

El año 2000 fueron pospuestas las elecciones por razones técnicas. Hoy, la gravedad de la crisis política abierta aconsejaría, con mayor razón, una postergación. Este no es un momento para la arrogancia sino para la sensata búsqueda de soluciones. El gobierno se siente muy seguro de su victoria electoral. Si es así, obténgala pues, pero en buena lid.

Sunday, November 06, 2005

The Poleos on record

Today El Universal offers an interview of Patricia Poleo , Rafale Poleo. Note this particular section, quite chilling:


Rafael Poleo: Because I have never offended [communists] by calling Chavez a communist. I know him and his people.

Interviewer: And if they are not communist, what are they?

Poleo: They are nazis. Except that this term, nazi, seems somewhat out of common usage. But nazism is latent, in aprticualr in Latin america societies and if you do nto think so look at Argentina.

Interviewer: Do you mean Peron?

Poleo: Peron was a nazi, a desperate admirer od nazism. Maybe you could classify him in the nazi-fascist mode.

Interviewer: Perón is one thing and Chavez another.

Poleo: Chávez is nazist by temperament. Once I told him "you are a fascist and you do not know it". I was wrong. Once in office he acted like a nazi. And as imperialism is the superior phase of capitalism, nazism is the saem to fascism.

Interviewer: But, when everything is said is there a lot of difference between nazism and communism?

Poleo: The communist philosophizes, the nazi acts. He is willful and this is a willful revolution. a communist looks for the rule book and if it says "execute by shooting squad", they set the squad and shoot. A nazi orders "Send to the squad this son of a bitch" and later on looks for some legal way to justify it.

Indeed.......

Next is the interview of his daughter as published today in El Nacional.



El Nacional - Domingo 06 de Noviembre de 2005 A/4

PATRICIA POLEO asegura que la Fiscalía no tiene pruebas contra ella
“Me quieren sacar del camino porque hemos activado el 350”
“Desde hace dos meses” , la periodista se temía la medida que hoy la tiene a las puertas de prisión, sin saber aún en qué se fundamenta la acusación en su contra: autoría intelectual del asesinato del fiscal Danilo Anderson. “A nosotros no nos dan acceso al expediente, a mí nunca me han llamado a declarar: ni como testigo ni como indiciada”

CRISTINA MARCANO
ENTREVISTA


“Una mujer atractiva que tiene conciencia en los hígados”. Así se refirió, hace unas tres semanas, el fiscal general de la República, Isaías Rodríguez, a Patricia Poleo, como anticipando lo que vendría.

Su definición de entonces, sin embargo, no logró disminuir la sorpresa que ha causado el que hoy acuse a la directora del diario El Nuevo País de ser uno de los cerebros del asesinato de Danilo Anderson, un crimen con tintes de terrorismo.

La periodista, conocida por su estilo retador y su beligerancia política, luce aún abrumada por la imputación que se le hizo formalmente el viernes en la noche.

Niega cualquier relación con sus supuestos cómplices, acusa a Isaías Rodríguez de “mentir deliberadamente” y asegura que quieren sacarla del camino. “Porque hemos estado activando el 350”, indica. Se entregará, dice, cuando “las condiciones estén claras” y los abogados que la representan —Alonso Medina Roa y Negar Granado— le anuncien que ha llegado el momento preciso.

—¿Conocía personalmente al fiscal Danilo Anderson?
—No.

—¿Se lo llegó a tropezar?
—Nunca.

—¿Por qué cree que la Fiscalía la acusa de ser autora intelectual del crimen?
—Me imagino que para sacarme del camino. Después de que nosotros, de alguna forma, hemos estado activando el artículo 350 en contra del Consejo Nacional Electoral y llamando al retiro de nuestros candidatos, dimos en el punto más débil del Gobierno.

Esto se ha extendido por todo el país y la idea es sacarme a mí del camino, que soy una de las impulsoras del 350.

—Sin embargo, meses antes de que ustedes instalaran el Comando Nacional de Resistencia y decidieran invocar el 350, ya se hablaba de que se le iba a imputar, e incluso usted fue a la Fiscalía a buscar información al respecto.

—Pero ya he tenido un tiempo recorrido de enfrentamientos con el Gobierno, ¿no?
—¿Tenía alguna información de que iba a ser acusada por el caso Anderson?
—Sí, a mí me lo informó un militar activo, también un agente de la Disip. Nunca lo creí... Cuando el fiscal Isaías Rodríguez salió en el programa de Vanessa Davies y prácticamente me dibujó, con las mismas palabras que venía dibujándome el Gobierno durante toda una semana, yo le pedí a mi papá (Rafael Poleo) que llamara al fiscal y que corroborara si era yo; que se lo dijeran de una vez, y el fiscal definitivamente se lo corroboró.

—¿Cuándo fue eso?
—Hace como dos semanas, más o menos.

—¿En una ocasión allanaron su casa y se llevaron documentos relativos a su investigación periodística sobre el asesinato del fiscal Anderson?
—Fue en enero. Lo hicieron para buscar información sobre quién era mi fuente en el caso Danilo Anderson, porque en esa época el fiscal declaró que las informaciones que yo publicaba eran demasiado exactas. Entonces me allanaron la casa y no consiguieron absolutamente ningún documento. De hecho, eso fue en enero y ya estamos en noviembre.

—Exactamente, ¿en qué momento tuvo idea de que la iban a imputar por el crimen de Anderson?
—El aviso lo había recibido hace como dos meses, pero no les creí hasta que escuché al fiscal hablando en el programa de Vanessa Davies (en Venezolana de Televisión).

—¿Cuál es su vínculo con los otros implicados?
—Absolutamente ninguno.

—¿Conoce a alguno personalmente?
—A ninguno.

—¿Ni como periodista ha llegado a hablar con ellos?
—Jamás, ni siquiera he compartido eventos sociales con ninguno.

—¿No se ha cruzado con el empresario Nelson Mezerhane?
—A su hijo sí me lo he cruzado en algunas reuniones que tenían que ver con el Bloque de Prensa Venezolano. Al hijo, al padre nunca lo conocí. Por supuesto, que sé quién es, como él debe saber quién soy yo. Pero jamás he tenido reuniones con él ni encuentros de ningún tipo.

—¿Qué le imputa concretamente la Fiscalía?
—Yo vi hoy a Isaías Rodríguez diciendo que para la Fiscalía hay cinco autores intelectuales, que son los tres Guevara (Rolando, Otoniel y Juan Bautista) y los dos que viven en Estados Unidos (Pedro Lander y Johan Peña).

Entonces, ¿si nada más hay cinco autores intelectuales, nosotros qué somos? Eso no lo entendí. Después declaró que el delito era homicidio calificado. A nosotros no nos dan acceso al expediente, a mí nunca me han llamado a declarar. Jamás he declarado ni como testigo ni como indiciada. Yo nunca he tenido conexión con ese expediente.

Jamás.

—¿Qué interés pudo haber tenido Patricia Poleo en la desaparición de Anderson?
—Te advierto que, en muchas oportunidades, yo más bien tuve información de que figuras del Gobierno le pidieron a Danilo Anderson involucrarme en juicios que él estaba investigando y que él se negaba a eso. Yo fui una de las personas con las que él nunca se metió, a pesar de que tenía presión para que me citara. Por ejemplo, en el caso del 11 de abril, el fiscal lo presionaba para que me citara; y él nunca lo hizo.

—¿Isaías Rodríguez dijo que usted se había autoimputado?
—Porque yo lo di a conocer a la opinión pública una vez que supe que me estaba investigando.

—Usted ha denunciado, a través de sus investigaciones periodísticas, que el fiscal Yoraco Bauza formaba parte de una red de extorsión en la que también estaría implicado Anderson...

—No fui yo quien lo acusó. En un acta de entrevista que se le hizo a Lourdes Anderson, hermana de Danilo, ella acusó a Bauza de recibir dinero de la extorsión; al igual que acusó a un abogado de nombre Mariano Díaz, de quien tengo información es quien está protegiendo al supuesto testigo que tiene la Fiscalía en contra de nosotros.

—¿Tiene alguna idea de quién podría ser ese testigo?, por la forma cómo habló el fiscal general pareciera que se trata de una mujer...

—No, realmente no tengo ni idea, porque primero me dijeron que tenía relación con las Autodefensas Unidas de Colombia, y hoy Rodríguez dio a entender que el testigo tenía relaciones con uno de los implicados. Realmente yo no tengo ni idea de cómo van a hacer ellos para montar ese caso. Yo soy periodista de investigación, he tratado de ver cómo se puede vincular y no hay forma. El fiscal dice que tiene cruce de llamadas y yo estoy absolutamente segura de que ninguno de mis teléfonos aparece en esos cruces. Él dice que tiene pruebas de reuniones y yo no he estado en ninguna de las reuniones que él menciona ni en el estado Zulia ni en Santo Domingo ni en Panamá. No conozco Panamá, a Santo Domingo fui hace tres años en Navidad a un matrimonio; y las visitas que he hecho al Zulia han sido para actos públicos, he participado y me he venido.

—Hay quienes sospechan que el testigo clave pudiera ser la esposa del piloto de Mezerhane, ¿tiene alguna información al respecto?
—Jamás la he conocido. Supe de ella por el caso, pero tampoco tengo idea.

—Usted ha denunciado a Bauza, ahora Bauza la acusa a usted...

—Percibo que están tratando de tapar lo único que ha quedado claro en el expediente: que es que allí había una red de extorsión que funcionaba bajo la égida de Danilo Anderson. Y Yoraco Bauza es pieza importante en que esto no se conozca, al igual que Mariano Díaz, que es uno de la ‘banda de los enanos’, llamada así por el tamaño de los abogados y los jueces que estaban involucrados en la red de extorsión.

Ahora, cuando yo lo denuncié, lo hice con base en las actas de entrevistas, donde habló la propia hermana de Anderson.

—El fiscal general adelantó que pronto habrá otros tres imputados, ¿tiene alguna pista de quiénes serían?
—Te lo juro que no tengo ni idea de a quiénes van a imputar para que tengan relación con los que ya están de alguna manera señalados.

—Isaías Rodríguez garantizó que a ustedes no les pasaría nada, ¿confía en su palabra?
—No, por supuesto que no confío en nada que diga Isaías Rodríguez.

Una persona que me está involucrando a mí en un crimen sin tener pruebas, sin tener indicios — porque no los tiene— y, sobre todo, sin que yo haya participado... Y él sabe que yo no participé de eso. Yo no puedo tener confianza en él.

Está mintiendo deliberadamente y lo está haciendo por las peores razones, además.

—A mediados de octubre, el fiscal dijo de usted que le parecía “una mujer atractiva, que tiene la conciencia en los hígados. Es importante esa apreciación porque de ahí se pueden sacar conclusiones propias. Ella tiene tres versiones diferentes”, ¿cómo interpreta esas declaraciones?
—Ahí quiso decir que yo tenía la conciencia sucia porque yo maté a Danilo, me imagino yo. Te digo sinceramente que ahora no creo que el fiscal general de verdad haya querido a Danilo como dijo que lo quería el día del velorio, porque está utilizando su muerte para salir del paso de figuras que, por lo menos en mi caso, le hacen daño al régimen.

—¿Conoce el sector El Milagro, que según la Fiscalía sería el lugar donde se decidió el asesinato de Anderson?
—No lo conozco. Yo he estado buscando la forma en que me puedan vincular y no hay absolutamente nada. No hay forma, estamos esperando ahora a ver si nos dejan acceder al expediente.

—¿Cómo se siente ante esta acusación?
—Indignada, porque además no es de cualquier cosa que se me está acusando. Ellos habían llegado a los delitos de opinión, injuria, etc, pero esto, acusarlo a uno de un crimen, de haber matado a una persona, yo creo que ya aquí... O sea, yo con esto me siento como se siente toda Venezuela: indignada.

—¿Cuándo piensa ponerse a derecho?
—Una vez que estén claras las condiciones en las que voy a estar detenida. Me han dicho que voy a ir para Ramo Verde. No sé si eso es cierto. Una vez que mi abogado me diga “este es el momento en que tú te debes entregar”, ahí lo voy a hacer.

Monday, October 31, 2005

Tal cual Editorial
Teodoro Petkoff, October 31, 2005

Yo estoy en desacuerdo con su
uso; me parece que arremete contra la
representación proporcional
Jorge Rodríguez, 16 de agosto de 2005, sobre el tema de las morochas

L a Sala Constitucional del TSJ no produjo ninguna sorpresa. Un tribunal donde son magistrados, entre otros, individuos como el "Tramparente" Carrasquero, el audaz Velásquez Alvaray y el inefable Cabrerita, jamás habría fallado contra la voluntad de Yo El Supremo. Lo que ha ratificado la sentencia de la Sala Constitucional es la profundidad que ha alcanzado el autocratismo –la concentración de los poderes públicos en el puño del Presidente– como uno de los rasgos definitorios del gobierno. En todo cuanto atañe a los intereses políticos del chavismo el TSJ siempre decidirá a su favor.

¿Significa esto que no se debía haber intentado el recurso, como sugieren algunos? De ninguna manera. Cada vez que sea posible evidenciar, ante sus propias instancias, el autoritarismo, el autocratismo, el militarismo y la corrupción del gobierno, hay que hacerlo. Eso nunca se pierde y subraya la voluntad del país de no rendirse, por desventajosas que sean las circunstancias. Pero, además, la actuación ante el TSJ tiene efectos políticos. La progresiva disminución del agarre popular del chavismo está vinculada no sólo con la incapacidad del equipo de gobierno sino también con el desencanto creciente, entre sus propios partidarios, ante los abusos y atropellos que caracterizan su gestión. Una estrategia democrática para enfrentar al chavismo se alimenta de estos actos, por mucho que en el corto plazo parezcan inocuos.

Por otra parte, en el fondo nada ha cambiado en lo electoral. Antes del jueves pasado las morochas estaban vigentes y después de ese día el TSJ las mantuvo válidas.

No hay variación. Quien antes de la decisión del TSJ estaba decidido a votar no tiene por qué cambiar de idea.

Una línea de acción política no puede estarse cambiando a tenor de las contingencias que surjan en el camino –a menos que estas modifiquen completamente el cuadro, que no es el caso, porque, repetimos, la situación no es distinta:
había morochas y las sigue habiendo.

Todo el mundo sabe que la pelea está arreglada; todo el mundo sabe que el contrario tiene manoplas dentro de los guantes y que golpea bajo el cinturón; nadie ignora que el réferi está vendido y que los jueces son una punta de sinvergüenzas, pero así y todo hay que subir al ring. Perder por forfait es una manera de rendirse. Votar o no votar es una decisión política y no moral o ética. Una cosa o la otra dependen de las circunstancias. Es un asunto de eficiencia política. En las presentes condiciones de asimetría y obsceno ventajismo oficialista, por ello mismo, es mucho más eficiente que los partidos desarrollen una alternativa, para enjuiciar el pésimo gobierno, para denunciar y enfrentar el ventajismo, para organizar y movilizar a la población, mirando a un horizonte democrático de mediano y largo plazo, que seguir creyendo en los pajaritos preñados del 350, de cuya ineficiencia política ya se tienen sobradas pruebas. Pero, eso sí, partidos y candidatos tienen que ponerse en campaña, porque llamar a votar y no hacer campaña, ni organizar el aparato electoral, sería tan ineficiente como llamar a la abstención.

Una campaña enérgica e incansable es la mejor motivación.
Alma Guillermoprieto y el ornitorrinco de la prosa

El Nacional, October 31, 2005
Ibsen Martínez


Alfonso Reyes dijo del ensayo que era el “centauro de los géneros” y que en un buen ensayo “hay de todo y cabe todo”.

Lea usted ahora lo que otro mexicano, Juan Villoro, sabe decir de la crónica: “La crónica [de prensa] es el ornitorrinco de la prosa; incorpora toda clase de rasgos ajenos.

Es el más flexible de los géneros; se puede beneficiar del ensayo, la dramaturgia (las entrevistas concebidas como actos teatrales, la voz de proscenio de la que habla Tom Wolfe y que convierte a la opinión pública en un representante contemporáneo del coro griego), la narrativa (la evocación interior de los sucesos, al modo de Relato de un náufrago, donde García Márquez revive en primera persona un suceso que le ocurrió a otro). Se trata de un género muy versátil y que mejora por asociación: conocer las guerras púnicas y La Ilíada puede ser decisivo al momento de narrar un deporte; de igual manera, conocer la estructura de élites de una tribu y su comportamiento antropológico puede establecer un contrapunto con una crónica de costumbres de la alta sociedad del siglo xx”.

Probablemente el epítome de “ornitorrinco de la prosa” que es la crónica sea la escritora, también mexicana, Alma Guillermoprieto.

Uno de sus más brillantes trabajos, algo que sin duda la inscribe entre los escritores de nuestro continente que más lejos ha llegado en eso de tratar de hacérnoslo inteligible, es sin duda La Habana en un espejo (Debate, Random House Mondadori, Caracas, 2005.) Quien haya leído Al pie de un volcán te escribo, su colección de crónicas escritas en los años 90 sabrá exactamente lo que Villoro quiso decir. Si no lo ha hecho, considere que Guillermoprieto es para mí la cruza perfecta entre Carson McCullers y Greg Maddux en esto del dominio del ornitorrinco de la prosa.

Antes de seguir adelante, interesa advertir que las crónicas de Al pie de un volcán.. fueron originalmente escritas en inglés para The New Yorker. El volumen que las recogió originalmente se titula The heart that bleeds (Knopf, 1994) y fueron vertidas al castellano por ella misma y por el extraordinario ensayista colombiano, ya desaparecido, Hernando Valencia Goelkel.

Guillermoprieto escribió esas crónicas desde diversos países latinoamericanos donde permanecía a veces por largos períodos durante los cuales entablaba contacto con los más diversos ambientes, personajes y situaciones.

Las guerras de Colombia, por ejemplo. Ninguna de sus crónicas responde directamente al tipo de orden disfrazada de pregunta que haría un adocenado jefe de redacción:
“¿quién mandó a matar a Luis Donaldo Colossio?”.

Probablemente, luego de leer Años en que no fuimos felices: crónicas de la transición mexicana (Plaza y Janés, México, 1999) terminas por saberlo, pero no parece que ello sea lo que se propuso hacer al comenzar a escribir sus ornitorrincos que, para colmo de dicha o desconcierto, te hacen sensible a muchas otras cosas acerca de la transición mexicana, acerca de México, acerca de la vida.

La condición bilingüe de Guillermoprieto es característica de los tiempos que corren en el globalizado negocio editorial actual. Pero, prodigiosamente, el hecho de que escriba para lectores de habla inglesa, no le resta un ápice de esencial “latinoamericanidad” a su comprensión del amasijo de paradojas que es nuestro continente.

Recuerdo haber comentado más de una vez: “¡qué gran pieza escribiría Alma Guillermoprieto si viniera alguna vez a esta desconcertante Venezuela!”. El comentario siempre se me escapaba al final de una siempre irritada denuncia, compartida por casi todos los circunstantes, de lo mal que lo hacen la mayoría de los corresponsales extranjeros que nos visitan, o viven entre nosotros, desde que Chávez llegó al poder. No sería justo decir que no hay excepciones; esta nota versa sobre una de esas excepciones, pero no quiero dejar de mencionar entre ellas a Scott Johnson, a Peter Katel y, por sobre todos, a Gerardo Reyes.

Una de las actividades que llegaron copar mi tiempo hasta bien entrado 2004, fue recibir corresponsales a quienes alguien en su casa matriz les había dicho que yo podría darle una visión más o menos ecuánime de lo que aquí pasaba. Lo mismo le sigue pasando a Teodoro Petkoff, pero él es un político bajo el vellón de editor de un diario y el pobre no tiene escapatoria.

Yo, en cambio, dejé ya de tratar de ilustrar corresponsales extranjeros sobre lo que pasa.

Pero hubo un tiempo en que llegué a invertir horas y horas en obsequio de una mejor inteligencia del país, haciendo para el corresponsal distinciones que invariablemente comenzaban con:” si bien es cierto que” y proseguía con “no es menos cierto que...” .

Regresaba a casa pensando que había ayudado a un corresponsal a entender esta vaina tan loca e inasible en que vivimos y que sus lectores, al otro extremo del proceso, no verían en Chávez a un Robin Hood incomprendido ni en Gustavo Cisneros a un Ted Turner desinteresado.

Pues bien, eso era exactamente lo que algunos de ellos terminaban escribiendo. Muchos ofrecían la superchería que hace feliz a la Calle 8 de Miami y a los compatriotas que padecen a Chávez en Weston: Venezuela ha sido colonizada por Fidel Castro y cada médico de Barrio Adentro es un agente del G-2.

Pero la mayoría publicaba basura reciclada sobre la “élites blancas que desde 1492 joden a los etnias indígenas y los oligarcas populistas corruptos que escogían al ministro de Finanzas y se robaban todo el dinero de Pdvsa, esos tipos nunca pensaron en los pobres, sólo Chávez lo ha hecho, y es cierto que ha demolido lo poco de institucional que había en el país, pero es que hay prisa por ayudar a los pobres, y además esas instituciones sólo les importa a ese 46% de golpistas blancos que odian a Chávez porque es un filántropo antimperialista y afrodescendiente, etc”.

En suma: la enorme masa opositora invariablemente descrita como si fuésemos la minoría afrikaaner de Suráfrica en tiempos del apartheid. El catecismo de la izquierda bienpensante eurochavista sobre quién es Chávez, porqué sigue allí y porqué no importa que todas las instituciones del estado hayan terminado a su exclusivo servicio y nos estemos desbarrancando hacia eso que Fareed Zakaria llama “una democracia no liberal” : una “democracia” con menos y menos libertades cada día que pasa.

El más contumaz de estos “corresponsales” quizá sea Juan Forero, el sabueso que el New York Times nos envía cada cierto tiempo. Con su base de operaciones en Bogotá, Forero se pone de un salto en Venezuela cada vez que hay una remezón, e invariablemente envía a sus lectores algo que, lo crea usted o no, parece salido de la oficina de prensa de Miraflores o del disco duro de Ignacio Ramonet.

Alma Guillermoprieto se ha animado, al fin, a escribir sobre Venezuela y nuestras calamidades. Las dos primeras brillantes entregas que brinda a sus lectores han aparecido en la New York Review of Books (www.nybooks.com), en sus ediciones del 6 y el 20 de octubre de este año.

Se trata de dos textos que no desdicen de la probidad intelectual que ha hecho de Guillermoprieto un modelo viviente para muchísimos jóvenes periodistas en ambas riberas del Atlántico. No en balde haber participado en algún taller de los que ella ha dictado para la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano se cuenta en el curriculum de los más promisorios periodistas de nuestra lengua. En rigor, se trata de la reseña de cuatro libros escritos sobre Chávez pero es un ornitorrinco de la prosa, no hay duda. Y de los mejores que haya escrito nadie sobre el tema.

La primera de estas entregas se llama Don’ t Cry for me, Venezuela y la segunda The Gambler, (El jugador). Gran parte de este último trabajo versa sobre el indudable carisma personal, sobre el gran predicamento de que Chávez goza entre los pobres y sobre las opciones que se abren ante Chávez, el hombre. Pero yo lo arruinaría todo glosando a Alma Guillermoprieto. ¡Faltaría más!
Baste decir que me parece que los medios de prensa escrita venezolanos le deben a sus lectores una traducción de estas dos piezas. Si yo dirigiera un diario la desplegaría integralmente en sucesivas ediciones dominicales.

Hace poco, Adrián Liberman, psicólogo clínico e insoslayable columnista de esta casa, publicó en esta misma página, un devastador retrato moral de buena parte de la clase media venezolana que, al mismo tiempo, es una iconoclasta disección del modo patológico e inconducente como hasta ahora el grueso de esas clases media y alta han entendido y vivido la política en un país que, mal que nos pese, ya no volverá al status quo anterior a 1998.

Esas clases, autocomplacientes en lo moral y estultas en lo ciudadano, quieren ahora creer que el abstencionismo es la bomba de neutrones que acabará con Chávez, harían bien aprendiéndo de lo que el prodigioso detector de verdades subyacentes que es Alma Guillermoprieto ha entrevisto del futuro inmediato de los venezolanos.
Ramos Allup y las cartas marcadas
El Nacional, Monday 31. October 2005
Armando Duran

El pasado jueves, durante la audiencia constitucional para resolver el recurso de amparo contra la maniobra electoral conocida como “las morochas”, Henry Ramos Allup tuvo sus 15 minutos de esplendor. Esplendor jurídico, aunque no político. No sólo demostró en ese intenso cuarto de hora su habilidad de abogado litigante, sino que dejó a sus contrincantes, los poderes judicial y electoral, el Ministerio Público y la Defensoría del Pueblo, en el mayor de los ridículos. Sin embargo, políticamente, puso bien en claro su insuficiencia para estar a la altura de las circunstancias.

¿Cómo es posible que tantas décadas de quehacer político terminaran en un acto de tan suprema ingenuidad?

En todo caso, tan frustrado quedó al darse cuenta de que una vez más le habían tomado el pelo, que al final de su impecable réplica jurídico-parlamentaria advirtió: “La oposición necesita razones para participar en las elecciones, porque cada día hay más razones para no participar”.

Amenaza, por supuesto, puramente retórica. Ese mismo día, para despejar cualquier posible duda sobre la futura conducta de los partidos políticos de la oposición, todos sus dirigentes, comenzando por Jesús Méndez Quijada, presidente de la tolda blanca, sostuvieron que la oposición seguirá en la lucha. Entiéndase, en la lucha electoral. No en balde, José Vicente Rangel les clavó el estoque de su ironía hasta la cruz cuando afirmó que Acción Democrática “se había acordado de sus buenos tiempos y a través de Ramos Allup fijó una línea para los sectores de oposición: actuó como interlocutor importante y se desvinculó de los sectores que buscan con sus posiciones impulsar la violencia y el desconocimiento de las instituciones”.

El sainete sólo había servido para que el régimen legalizara ante la comunidad internacional la muerte de la representación proporcional de las minorías.

Un espectáculo patético

Todos tuvimos la oportunidad de presenciar la pantomima en vivo y en directo.

Gracias a las cámaras de la televisión, vimos y escuchamos la estulticia de los consultores jurídicos del Consejo Nacional Electoral y de la Defensoría del Pueblo.

Incluso fuimos testigos estupefactos de la afición de este último por la goma de mascar.

Incansable, a mandíbula batiente, el jurista se entregó durante toda la jornada al precario placer de darle gusto a su paladar.

También nos quedamos admirados, una vez más, ante la afectada dicción de William Lara y ante la escasa elocuencia de Carlos Escarrá. Y finalmente nos dominó la confusión cuando escuchamos a la fiscal Orihuela darnos una lección magistral de ambigüedad. ¿Era esa toda la artillería de que disponía el régimen para hacer valer sus puntos de vista?
De todos modos, ese primer round del encuentro, al margen de que todas las palabras de los múltiples voceros del oficialismo apuntaron con estudiada y grosera precisión en el mismo y previsto sentido, el torneo se mantuvo dentro de los límites de las formalidades jurídicas. Tras la segunda y punzante intervención de Ramos Allup, sin embargo, la situación cambió con súbita brusquedad. En esos 15 minutos, el secretario general de Acción Democrática metió el dedo hasta el fondo de la llaga. Las réplicas de régimen se politizaron sin el menor pudor. Jorge Rodríguez, Isaías Rodríguez y Germán Mundaraín, rasgadas sus inocentes vestiduras por la intervención de Ramos Allup, se vieron obligados a hacer ostensibles galas de su lealdad, no a la justicia y al derecho, sino a los intereses de la revolución. Todo el poder para los soviets, que en esta encrucijada de la historia política de Venezuela significa todos los cargos para quien gane.

Cualquier cosa, incluso violar su propia Constitución, con tal de obtener la mayoría suficiente en la próxima Asamblea Nacional para reformar su contenido y garantizarle al Presidente Hugo Chávez plenos poderes. Primer e imprescindible paso para llegar, antes de las elecciones presidenciales del año que viene, a la ansiada dictadura constitucional.


Participar o no participar

El efecto razonable de esta simulación era que los partidos de oposición, resumieran su rechazo político y ético ante la arbitrariedad, anunciando el retiro inmediato de sus candidatos a la Asamblea Nacional.

El grave problema de las elecciones del próximo 4 de diciembre no era la aplicación de esa argucia llamada “morochas”. El meollo del asunto es la manipulación perversa del Registro Electoral Permanente, la aún más siniestra combinación de máquinas de votar, cazahuellas y cuadernos electrónicos, el escrutinio electrónico y la comprobación manual de sólo unas pocas cajas de recibos de votación, seleccionadas, naturalmente, por máquinas electrónicas fácilmente manipulables. Sin embargo, y de manera inconfundible, los partidos de la oposición electoralista concentraron todas sus energías en el tema de “las morochas”, como si los otros factores, los decisivos, carecieran de importancia. Y en este extraño afán de confundir el rábano con las hojas, Ramos Allup, el accionante del recurso de amparo, declaró que su solicitud “estaba blindada”.

Una frase que necesariamente nos remitió a la triste insistencia de la Coordinadora Democrática al señalar hasta el cansancio que el referéndum revocatorio “estaba blindado”.

Por supuesto, en esta Venezuela de infinitas incertidumbres, lo único que está blindado es la voluntad de Chávez.

¿Quién, en su sano juicio, podía considerar que la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, en nombre del Estado de Derecho, estaba resuelta a desafiar a Chávez y recomponer el porvenir político del país? ¿Quién le garantizó a Ramos Allup que la sentencia de esta Sala Constitucional iba a ser favorable al dichoso recurso de amparo? Peor aún: ¿por qué extraña razón, del mismo modo que el inesperado triunfo del No en el revocatorio “sorprendió” a la Coordinadora Democrática sin una respuesta convincente en defensa de sus electores, la oposición ha tomado el ostensible, público y notorio atropello al derecho de los venezolanos a elegir como si en realidad no hubiera ocurrido nada? Y si así fuera, ¿por qué Ramos Allup habló de que cada vez existen menos razones para participar en los comicios del 4 de diciembre? ¿Qué quiso realmente decir?
¿Un simple saludo a la bandera?

La certeza de Chávez

Con esta dirigencia de la oposición, ciertamente, Chávez no corre ningún peligro.

Puede que se sienta amenazado por un posible estallido social, por una hipotética inquietud en algunos sectores de la Fuerza Armada Nacional, pero no por unos partidos dispuestos a cualquier cosa con tal de no perder algún que otro mínimo espacio electoral. Esta certeza la tiene Chávez desde hace años. Una certeza que le permite actuar en todo momento con gran impunidad. Y gracias a la cual puede decirle al mundo que en Venezuela reina la democracia y que si él gana todas las elecciones es culpa de sus adversarios, incapaces de conquistar la confianza de los electores.

Eso ocurrió con el revocatorio. Se denunció el fraude, pero la participación en un evento electoral plagado de irregularidades desde su etapa inicial, y la discapacidad de dar la pelea para sustentar la denuncia, dejó a la oposición sin argumentos ante la comunidad internacional. Admitir ahora la decisión de la Sala Constitucional y reiterar estruendosamente la aceptación de “las morochas” como mecanismo electoral, sencillamente legitimiza su aplicación y el resultado absolutamente adverso que se anunciará poco después de cerrar las mesas de votación, en la noche del 4 de diciembre o en la madrugada siguiente.

Ni una sola protesta tendrá validez entonces y, una vez más, podrá Chávez jactarse del amplio y creciente respaldo popular que disfruta el régimen. Todo el mundo, al margen de cualquier sospecha, reconocerá como bueno el desenlace de estos comicios parlamentarios. Si los partidos de la oposición participan es esas elecciones sin chistar y luego aceptan sus resultados, ¿por qué la comunidad internacional tendría que señalar a Chávez con un dedo acusador?
De nuevo, este es el centro del debate.

No se trata, como las partes interesadas proclaman, de sumarse al esfuerzo unitario de la oposición. Tal esfuerzo no existe. Lo que los partidos han alcanzado es una alianza electoralista. Nada más. La única y auténtica unidad es la de los dirigentes con su pueblo. Y esa unidad, en el campo opositor, se rompió la madrugada del 16 de agosto del año pasado. Hasta ese instante, la unidad de propósito –revocarle a Chávez su mandato– había unido a los venezolanos opositores con sus presuntos dirigentes.

Desde ese día de parálisis y abandono, la ruptura se hizo irreversible. Quizá, si lo ocurrido en el TSJ el pasado jueves hubiera generado una reacción contundente de los partidos de oposición, la de retirar sus candidaturas, si al menos hubieran declarado que ante este nuevo desafuero estudiarían seriamente esa opción, habría existido la posibilidad de remendar el desecho capote. En cambio, haber asumido tan franciscanamente la sentencia de la Sala Constitucional, sencillamente echa por tierra la oportunidad de constituir un formidable frente opositor. Ese era, en definitiva, el único sentido de introducir un recurso de amparo constitucional contra “las morochas”. Para utilizar el abuso de poder del TSJ como factor aglutinador del pueblo opositor. No hacerlo, condena al antichavismo al más tenebroso ostracismo. De ahí el elogio envenenado de Rangel a Acción Democrática y a Ramos Allup. Acceder a participar en el juego electoral con las cartas marcadas, en definitiva, anula hasta el derecho al pataleo. Para mayor gloria de Chávez, gracias a Ramos Allup y a los partidos políticos de la oposición.

Monday, September 05, 2005

La soga en casa del ahorcado

El Nacional - Lunes 05 de Septiembre de 2005


Editorial

“Los ricos pudieron salir por sus propios medios, los pobres se quedaron allí aguantando... y ahora es, cuatro, cinco días después, que los están evacuando”...

Había tiempo “de evacuar, si no a todos, al menos a los más pobres, a los que no podían salir de allí por sus propios medios”... “¡Cuantos niños murieron allí, que pudieron haber sido evacuados!”... “¿Cómo es que un gobierno tan poderoso, sabiendo que tiene allí decenas de miles de damnificados, gente muriendo, no activa un plan de rescate?”. Estas palabras del presidente Chávez, pronunciadas en su programa de ayer, no corresponden a un balance de los errores cometidos durante la tragedia de Vargas, pero merecerían serlo.

Si en algo se parecen los presidentes Bush y Chávez, es en su capacidad de sacarle provecho a las tragedias de la guerra o a las catástrofes naturales en función de sus objetivos políticos inmediatos. Por quítame estas pajas, van y se engarzan en un campeonato de acusaciones sobre quién hizo algo malo, o quién lo hubiera hecho mejor, o cuántos pobres murieron por lo que uno de ellos dejó de hacer en su momento.

Sin tomar en cuenta las grandes responsabilidades que sus pueblos han depositado en ellos a través del voto, sin percatarse de que sus electores esperan un comportamiento más juicioso y racional en el desempeño de sus elevados cargos, este par de mandatarios va por el mundo dándose empellones como si fueran niños a la salida de la escuela. Dicho esto, como es lógico, con el perdón de los niños del mundo.

Negándose a reconocer su papel de mandatario, que debe aprovechar las oportunidades para poner en práctica nuestro tradicional espíritu de ayuda incondicional a otros países cuando éstos sufren una catástrofe, el Presidente de la República se dedicó, de una manera imprudente, a criticar al Gobierno de Estados Unidos, con esa obsesión paranoica que le ha inculcado Fidel Castro con respecto al “imperialismo norteamericano”. Poco le faltó para llegar a decir que el huracán Katrina fue fabricado para distraer a la opinión pública estadounidense sobre lo mal que le va a Bush en la guerra de Irak, como si ese descalabro fuera fácil de ocultar.

Lo que a los venezolanos no fanatizados nos llama la atención es que se utilice una tragedia de esa magnitud (en la que se calculan unos 10.000 muertos, superior a los 3.500 del 11S) para atacar públicamente, y a través de los medios oficialistas, a un gobierno con el cual tenemos normales relaciones diplomáticas. Si es que Estados Unidos está preparando una invasión o apoya un magnicidio ¿por qué no se le acusa formalmente ante las instancias internacionales? ¿O es que se trata de una vulgar, además cruel, operación de propaganda en la que quieren involucrar a todo el mundo, como si fuéramos tontos de capirote?
Cuando el presidente Rómulo Betancourt acusó al dictador Chapita Trujillo, de República Dominicana, presentó pruebas válidas e irrefutables ante los organismos internacionales respectivos.

Igual lo hizo en la OEA con Cuba, cuando integrantes del Ejército cubano invadieron Venezuela y dejaron abandonado parte del armamento y el cadáver, flotando en el mar, de uno de los suyos. Nada de propaganda: pruebas y hechos concretos.

En su programa, el jefe del Estado dijo que la mayoría de las víctimas era gente pobre que no se le evacuó a tiempo, y que tampoco fue socorrida por los grupos de rescate. Fue “una tragedia anunciada”, dijo nuestro mandatario, como si la tragedia de Vargas (que todavía seguimos llorando) no hubiera sido súper anunciada, como si aquí se hubieran rescatado a tiempo los damnificados y recuperado todos los cuerpos de las víctimas, como si los diques y terraplenes de la zona en peligro estuvieran construidos ya y no a mitad de camino, como si los puentes no se siguieran cayendo cada vez que llega una vaguada para llevarse a la gente hasta el mar.

Y como si él no se hubiera desaparecido casi 2 días cuando lo de Vargas, al igual que Bush ahora con la tragedia de Nueva Orleans. Pero al menos el mandatario estadounidense tiene la ventaja de contar con el apoyo de dos ex presidentes (Bill Clinton y Bush, padre) quienes han acudido a la Casa Blanca a dar la cara por su país.

El Presidente de la República denunció que las autoridades de Estados Unidos sabían “que Nueva Orleans está por debajo del nivel del mar”. Dijo que el huracán era capaz de levantar olas de 9 metros y que eso ya era una advertencia suficiente.

“Yo lo vi en CNN”, reconoció. Pues muy mal hecho porque debió verlo por Telesur.

Saturday, August 06, 2005

La verdad del elefante

Fausto Masó
El Nacional, Saturday 6, August 2005


¡Cómo me costó darme cuenta de una verdad del tamaño de un elefante! No en balde tardé tanto en aprender a leer y a escribir. Después de comerme durante horas las uñas frente al televisor, observando a numerosos voceros de la oposición pedir no votar, me fijé que ni un dirigente del MVR defendía la abstención.

Los chavistas no desconfían del CNE.

Me cayó entonces la moneda: no votarán los antichavistas, pero sí los chavistas.

¿Brillante, eh? ¿Quién ganará estas elecciones y las próximas y las próximas? El CNE no moverá un dedo para que vote la oposición.

Chávez vencerá, pero no convencerá.

Sus sucesivas victorias electorales alimentarán el fuego en la olla de presión, Venezuela reventará a partir de 2007. Chávez no aceptará una salida tipo PRI, alguna forma de alternarse en el poder.

Tanto abstencionistas como partidarios de votar envían mensajes contradictorios.

Los segundos afirman que el CNE hará trampa, invitan a perder el voto. Los que piden que nos quedemos en casa no presentan un plan B, prometen aplicar el famoso 350 de la Constitución, ¡pacífica y democráticamente! Creen deslegitimar a Chávez y sacrifican a un infeliz miembro de una junta parroquial.

Si usted se golpea con un martillo, a su enemigo no le dolerá la cabeza. Los partidarios de la abstención creen que su mensaje convencerá a 100% del país.

Piden no salir a la calle, cerrar ventanas, apagar luces para que el silencio en las calles abrume a Chávez. Confunden Altamira con La Vega.

¿Quién ganará las elecciones de diciembre de este año y del próximo? Pregunta ociosa. Al abstencionista que ya lo era antes de 1999 costará Dios y ayuda convencerlo de que vote para evitar el control total de la Asamblea después de las elecciones de diciembre.

La oposición está dividida entre abstencionistas y electoralistas, representantes de la sociedad civil y políticos, partidos nuevos y viejos, partidos locales y nacionales.

El CNE impulsó la abstención del antichavismo dejando circular consejas que desalentaban al electorado de la oposición. Ríos de tintas denunciaron los cuadernos electrónicos. ¡La nueva lista de Tascón! Dos semanas antes de las elecciones, el CNE anunció que sólo en dos estados se aplicarían los cuadernos; la noticia pasó inadvertida. Pudo aclarar el tema hace meses, o insistir en que se contará una caja por centro electoral.

El CNE alentó la desconfianza de la oposición. ¿Le molesta al Gobierno que la oposición no vote? Nooooo.

Nadie conoce a los candidatos de la oposición. ¿Cómo? Sin recursos, sus campañas han sido limitadas a volantes y uno que otro cartel. La prohibición de la Constitución de financiar los partidos liquida los partidos de oposición, los condena a esas campañas anónimas que antes hacía la izquierda.

Soñar no cuesta nada. Imaginemos que la oposición derrotase a Hugo Chávez en diciembre de 2006, por una cabeza como, en el tango. Algo posible a juzgar por un examen somero de esas encuestas.

Al nuevo presidente se le opondrá dos tercios de la Asamblea. Al poco tiempo lo enjuiciarán por cualquier razón. ¿Política ficción? No, un escenario poco probable, porque la abstención pesará como una tonelada de plomo en diciembre de 2006.

Además, los posibles candidatos a diputados o a presidente no han luchado contra la abstención y parecerán oportunistas pidiendo el voto. Las razones principales para no votar seguirán en pie este diciembre y el próximo año. El CNE seguirá controlado por el chavismo, el Tribunal Supremo igual, las máquinas de Smartmatic no habrán cambiado, no se contarán todas las boletas.

En los próximos días comenzarán los esfuerzos para convencer a los desmovilizados a que voten por los posibles diputados de la oposición, o por los candidatos presidenciales. Los que se abstengan hoy no cambiarán de opinión mañana.

Una minoría admirable y militante seguirá en la calle.

Conocemos el final de la película, vimos otra hace muchos años. Pero no vale la pena jugar a Casandra. La suerte está echada.

Algún día, quizá en unos años, el país no chavista aceptará que sin partidos no hay democracia y que si no mandan los políticos, detestables, inescrupulosos y canallescos políticos, recibiremos órdenes de los militares.

Por mi parte, prefiero al politiquero más vulgar a cualquier soldado que representa la soberanía, la dignidad nacional y los valores nacionales. Si me dan a escoger entre un politiquero y un salvador de la patria, me quedo con el primero.

A partir de la próxima semana el debate interno en la oposición pasará al canibalismo.

A menos que un candidato presidencial obtenga una ventaja abrumadora, se desprenda del pelotón, nos aguarda un triste espectáculo en los que más de uno se dedicará a destrozar a los que visitan los barrios, o intentan construir una nueva mayoría. Los descalificarán, les dirán sifrinos, representantes de la izquierda conservadora, o politiqueros del pasado.

Shakespeare no sabía nada de la vida.

Hamlet se ahorcó después de meditar durante semanas con una calavera (de plástico) en las manos, repitiéndose la cansona pregunta de votar o no votar.

Borracho, buscó una soga y un árbol.

Después de pasar a peor vida escuchó a lo lejos la risa estruendosa del rey que compartía el lecho con su madre. En vez de quitarle el sueño al rey, el príncipe de Dinamarca dejó de dormir para siempre.

Cada Navidad el rey recordaba siempre aquel simpático monólogo. ¡Que bonito hablaba Hamlet!, afirmaba mientras alzaba en el aire una apetitosa pierna de cordero. La historia no concluye felizmente.

Sin enemigos, el rey engordó como un Orson Welles, pero sin su talento, hasta que el colesterol vengó a Hamlet, y un día sus propios cortesanos devoraron vivo al rey.

En cualquier tragedia al final nadie salva el pellejo, como en el cuento pornográfico del loro que se reía de los pasajeros del Titanic, hasta que también a él se lo tragó el mar.

Nunca está más oscuro que cuando nos golpeamos la cabeza con un martillo. O quizá llegó la hora de sacar una linterna y confiar que si no nos caemos a mentiras alguna luz aparecerá al final del túnel, siempre será mejor reventar con los ojos abiertos que con la cabeza llena de musarañas.

O quizá entonces comience a amanecer.

Busque su linterna, por si acaso.

¿Cuál es la última razón para votar?
Develarle el juego a Chávez, ponerlo en evidencia, quitarle la máscara democrática en América Latina, obligarlo a no entregar el poder después de que haya perdido por avalancha.
Unending Graft Is Threatening Latin America

Originally published in the New York Times on July 30th 2005. They ask me to fork over 3.50 USD to pay for this article in English but El Nacional published a Spanish Version on August 6, and I already pay for El Nacional Web access. Besides, I should be the one paid to read the crap written by Forero.


Corrupción amenaza a nuevas democracias latinoamericanas

Por LARRY ROHTER y JUAN FORERO

RÍO DE JANEIRO — Mientras estaba en campaña para la Presidencia en 2002, Luiz Inácio Lula da Silva audazmente prometió poner fin a la sórdida política de Brasil. El suyo, aseguró, sería un gobierno ético, honesto y recto, del tipo que Brasil nunca había visto.

Esa promesa lo ayudó a ganar el voto de más de 50 millones de brasileños y un claro mandato. Pero ahora, en una sombría repetición de lo que ha ocurrido una y otra vez en Latinoamérica, el gobierno de Da Silva está implicado en el escándalo de corrupción más grande y audaz en la historia de su país.

Investigadores del Congreso han escuchado testimonios de que el gobernante Partido de los Trabajadores le pagó a docenas de diputados de otros partidos un estipendio mensual de 12.500 dólares a cambio de su apoyo. El mes pasado, un funcionario del partido fue detenido en un aeropuerto con 100.000 dólares ocultos en su ropa interior, que aseguró haber ganado con la venta de verduras.

El escándalo brasileño es sólo el último recordatorio de la incesante corrupción que ha caracterizado a la política latinoamericana desde épocas coloniales, cuando gobernantes absolutos consideraban a los reinos recién conquistados del Nuevo Mundo como su propiedad personal. La diferencia importante hoy en día es que el control lo tienen gobiernos electos y la corrupción ha surgido como una de las amenazas más graves a los avances democráticos logrados con dificultad en los últimos 20 años.

Por toda la región, estos demócratas de segunda generación han demostrado ser decepcionantes, y su ineficacia y baja popularidad han permitido el aumento de la inestabilidad política y la disparidad económica.

Las encuestas de opinión citan habitualmente a la corrupción como la principal causa de un peligroso desencanto que se extiende por toda la región. Esto ha llevado a violentos estallidos populares, entre ellos el linchamiento de funcionarios públicos en Perú y ha ayudado a expulsar del poder a ocho jefes de estado en cinco años.

“Simplemente no ha habido un quiebre con el pasado”, declaró Edgar Villanueva, congresista que encabeza una de varias investigaciones al gobierno del presidente Alejandro Toledo en Perú. “Lo que ha ocurrido en Latinoamérica es que no hemos sido capaces de poner a gente buena en el poder. La persona en el poder siempre mantiene vínculos con su pequeña base de poder y olvida al pueblo, olvida sus promesas”, agregó.

Toledo también llegó al gobierno con promesas similares de acabar con la corrupción del pasado, al suceder a Alberto Fujimori, cuyas bizantinas redes de sobornos y extorsión parecieron establecer un nuevo estándar para la región.

Hoy en día, más de una docena de familiares de Toledo, entre ellos su esposa y hermanos, están acusados de usar su influencia para su beneficio personal. Acusaciones similares en Ecuador contribuyeron a la caída del Presidente Lucio Gutiérrez en abril.

La historia es parecida en el norte.

En México, el Presidente Vicente Fox llegó al poder en el año 2000, tras derrotar al famosamente corrupto y autoritario Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó durante más de siete décadas. Pero sus intentos por frenar la corrupción han fracasado en casi todos los frentes, desde departamentos policíacos a lo largo de la frontera con Estados Unidos, que es cada vez más violenta, hasta su propio gobierno.

Por toda Centroamérica, hay fiscales a cargo de juicios contra líderes actuales y pasados que se enriquecieron mientras estaban en gobernando. En Nicaragua, el ex presidente Arnoldo Alemán ya ha sido acusado de desviar fondos del estado para su uso personal y está en proceso de apelar una sentencia de 20 años de cárcel. Fiscales costarricenses han acusado a dos ex presidentes de aceptar sobornos antes de otorgar lucrativos contratos gubernamentales. Y en Guatemala, los procuradores del Estado están pidiendo la extradición de México del ex presidente Alfonso Portillo, bajo cargos de haber malversado 15,7 millones de dólares.

Algunos señalan el creciente número de casos como evidencia de que los sistemas judiciales y gobiernos por fin están cuestionando a los malos líderes. Pero muchos analistas y ciudadanos consideran que la persistencia de favores políticos, nepotismo y sobornos son una elocuente muestra de la baja calidad de las democracias de la región y lo poco que han cambiado las actitudes de la élite desde la época de los señores de la Colonia.

Muchos habían albergado la esperanza de que el paso de gobiernos autoritarios a democracias iba a poner fin al tipo de corrupción que predominaba cuando los dictadores dirigían los asuntos de Estado, para beneficio de una pequeña camarilla de conocidos que además amenazaba a los potenciales delatores.

Sin embargo, los gobiernos sucesivos en todo el espectro político, ya sea defensores del libre mercado como Toledo, o izquierdistas autoproclamados, como Da Silva, han demostrado ser incluso más susceptibles.

Con economías que antes estuvieron cerradas y ahora se abren, y con las ganancias corporativas a niveles récord, las oportunidades de corrupción y sobornos son mayores que nunca.

Países como Chile y Uruguay son la excepción y la envidia del resto.

Quizá más inquietante para la salud democrática de la región es que los escándalos recientes, particularmente el de Brasil, involucran corrupción no sólo para el enriquecimiento personal, sino también para obtener y aferrarse al mandato indefinidamente, con lo que se amenaza a las propias instituciones democráticas.

Los líderes implicados desmienten que hayan realizado delitos y se han mostrado renuentes a aceptar cualquier responsabilidad.

En un principio, Da Silva sostuvo:
“En lo que se refiere a su conducta electoral, el Partido de los Trabajadores hizo lo que se ha hecho sistemáticamente en Brasil”. Pero luego abandonó esas excusas en favor de protestas sobre su inocencia e integridad personal. “En este país, aún no ha nacido la persona que pueda debatir sobre ética conmigo”, declaró en un discurso el mes pasado.

Thursday, July 28, 2005

EL CABREO UNIVERSAL

By CARLOS ALBERTO MONTANER

ABC, Spain, July 28 2005

El breve discurso de Castro (apenas cuatro implacables horas) en conmemoración de otro aniversario del asalto al cuartel Moncada, ocurrido el 26 de julio de 1953, ha logrado el extraño milagro de cabrear a todo el mundo: las representaciones extranjeras que esperaban, no se sabe por qué, una señal de tolerancia con la oposición democrática, los familiares de las víctimas del remolcador «13 de marzo», que soñaban con que el Comandante pidiera perdón por el asesinato de 37 personas cometido el 13 de julio de 1994 por la fuerzas de Seguridad, y hasta los miembros del aparato, condenados a estar en el recinto, a quienes se les había asegurado que sería un discurso de 45 minutos.

Pero quienes más disgustados quedaron fueron los venezolanos y los propios cubanos. Los primeros, porque Castro anunció que desde el 2004 unos misteriosos Reyes Magos, o sea, Chávez, a quien no nombró, están subsidiando a Cuba muy generosamente, lo que ahora le permite al gobierno de La Habana comprarle a China mil autobuses, restaurar y dotar de equipos sofisticados a 50 grandes hospitales y más de 800 consultas de dentistas, mientras se reconstruyen las centrales eléctricas y una buena parte de la infraestructura sanitaria del país.

El total de estas donaciones venezolanas a Cuba, encubiertas como créditos irrecuperables, se calculan entre cuatro y cinco millones de dólares diarios, una cifra descomunal que sólo se entiende por la bonanza de los precios del petróleo.

Al mismo tiempo, es esa ayuda la que explica el desdén con que Castro trató a la Unión Europea y a Estados Unidos cuando ofrecieron respaldo tras el paso del huracán Denis: ¿para qué unos cuantos dólares o euros cuando cuenta con la chequera sin fondo de Chávez?

Naturalmente, en Venezuela, donde cada día que pasa hay más pobreza, y en donde los servicios públicos tienen un nivel africano, los venezolanos se preguntan por qué tienen ellos que pechar con el desastre cubano sin antes solucionar el propio.

Dentro de Cuba el discurso fue un chorro de saliva fría. Ni un solo síntoma de rectificación o de sentido común: exactamente la misma ridícula cantinela de casi medio siglo, con los mismos culpables de siempre (el capitalismo, los norteamericanos y los demócratas de la oposición).

Por otra parte, nadie creyó que habrá alivio a los infinitos problemas que padece el país, porque la experiencia les ha enseñado a los cubanos que el socialismo es una máquina implacable de destruir bienes de equipo y de arruinar servicios.

Antes de dieciocho meses toda esa infraestructura que hoy se repara será de nuevo una cosa polvorienta, destrozada por la incuria de la burocracia.

Los pobres soviéticos enterraron cien mil millones de dólares a lo largo de tres décadas para que Cuba pasara de ser uno de los primeros países de América a convertirse en uno de los últimos. A la pobre Venezuela no le irá mucho mejor. Castro acabará por arrebatarle a Chávez hasta su locuacidad de papagayo tropical. Lo dejará sin plumas y sin cacareo.

Sunday, July 03, 2005

The temptation of exile
Milagros Socorro
El Nacional, August 19 2004


Las opciones que teníamos para escoger el domingo eran sólo dos, pero las interpretaciones que pueden hacerse a partir de los resultados anunciados son más que eso. Son, de hecho, muy diversas.

Por lo pronto, la atención se ha concentrado en afirmar o negar el fraude electoral que, según la dirigencia opositora, se cometió en forma masiva. Esa es la versión de los hechos del liderazgo adversario al Gobierno pero no tiene por qué ser la opinión unánime de los votantes por el Sí, por mucha que sea la sensación de perplejidad, depresión o percepción catastrófica del futuro. El hecho de que uno se sienta defraudado no significa que, en efecto, haya sido víctima de un fraude.

Desde luego, hay muchos antecedentes, próximos y remotos, que permiten maliciar el tránsito fraudulento de los resultados; un camino que se inició con el viraje del proyecto gubernamental hacia la implantación de una revolución (distinto del ofrecido en 1998), que tuvo un gran hito en la confiscación de las instituciones y que ofreció un millar de demostraciones en el bazar de diabluras y demoras irregulares de la faena que, finalmente, condujo a la realización del referéndum revocatorio presidencial.

De manera que no hay duda de que estamos ante un Gobierno fieramente aferrado al poder para cuyo mantenimiento no se ahorra villanías.

Eso es cierto. Está documentado de mil maneras. Y si esto fuera poco, ahí están las descaradas trabas puestas por el Poder Electoral para que la oposición tuviera acceso a la sala de totalización de los votos y, en fin, la interminable ristra de abusos cometidos por los rectores oficialistas. El anuncio madrugador de Carrasquero no puede sino barrer para la tesis del fraude, no sólo porque lo hizo a apenas una hora de haberse cerrado el último centro de votación sino porque todo lo que diga Carrasquero, portador de un voluminoso prontuario de trampas y falta de escrúpulos, está teñido de sospechas. (Cuando lo vi por primera vez aposté por que su falta de luces, su medianía intelectual, que entonces comenté públicamente, no le dejarían otra vía que la solvencia moral para justificar su rol de presidente del CNE en las conflictivas circunstancias de su nombramiento.

Mediocre y cursi, no le quedaba más que la decencia para ponerse a la altura de semejante responsabilidad.

Pero no la tuvo. Pudo más la sumisión revolucionaria que la conciencia de sus límites y el valor de la honestidad como única gracia que hubiera podido exhibir). Y ni siquiera esto debe llevarnos a aceptar de forma irreflexiva la tesis del fraude masivo.

ESTÁ, LO SÉ, LA INEXPLICABLE NEGATIVA DEL GANADOR a someterse a una auditoría minuciosa , con presencia de la oposición y de los observadores; está la desconfianza, incluso en Estados Unidos, hacia las máquinas de votación con pantallas sensibles al tacto; está la hipótesis del tope electoral (arreglo mañoso de las máquinas que habría traspasado a la suma del No los votos recaudados por el Sí a partir de una cifra predeterminada) ; están las complicadas y variadísimas conjeturas que sustentan la predisposición de las máquinas a ser arregladas para conveniencia de quienes las compraron y luego ordeñaron su victoria; están los reportes de confusiones impresas en la boleta (la mía marcaba 1. Sí; y no 2. Sí, como me dicen que debió ocurrir). Hay muchos factores que pueblan el estado de sospecha. Factores de peso, no lo dudo. Pero hay, también, un elemento informativo que no podemos descartar como si no existiera: los resultados del RRP reproducen casi al calco las previsiones arrojadas por las encuestas a pocos días del evento.

Esas mediciones indicaban un ascenso en la popularidad del Gobierno y un descenso de la capacidad de convocatoria de la oposición (lo que podría explicar por qué hubo mesas donde la vendimia del Sí fue inferior a la recabada por El Firmazo). Jorge Rodríguez ha dicho –y creo que con razón– que el país es más ancho de lo que alcanzamos a ver con nuestra mirada individual.

Rodríguez podrá formar parte de un gang de marrulleros pero en eso tiene toda la razón. El país es más ancho, más profundo y más diverso de lo que podemos calibrar a través de nuestros propios sentimientos y de las proyecciones que hacemos sobre el conjunto que formamos.

Esto hay que aceptarlo con sabiduría, con respeto por nuestro propio país, que en su complejidad no reproduce como en fractales ni nuestro mapa del alma ni la composición política de nuestro barrio.

Lo mismo ocurre con los contingentes de compatriotas que votaron por cada una de las opciones previstas.

Ni el Sí ni el No son compactos, homogéneos, planos. En el Sí hay muchas tendencias, muchas formas de concebir la vida pública y el liderazgo; y lo mismo sucede en la comarca del No, donde cabe concebir que no todos los que arrimaron la mano a su pantalla lo hicieron por apoyo a Chávez sino por rechazo a la oposición. ¿Y por qué no lo iban a hacer? Los votos del No fueron escardillados por Chávez, ah, eso a no dudarlo, pero también por la oposición, que es, digámoslo de una vez, un desastre. No digo que las personas que la componen lo sean. Al contrario.

Se cuentan en su elenco personalidades de mucho brillo y de irreprochable trayectoria. Pero como orquesta no funcionan y quién sabe si su insistencia en el fraude no es más que un ardid para tapar su incompetencia (como Chávez explica la suya alegando que su fracaso es “mediático” ). No afirmo que lo sea, intento pensar e invitar a hacerlo.

ANTE LA DERROTA DE LA OPOSICIÓN y la ira que produce la posibilidad de un fraude, muchos venezolanos han caído en la tentación del exilio interior, un asilo que tiene dos vertientes: 1) no pensar, no hacer el esfuerzo de penetrar en la realidad traspasando las apariencias, aceptar aquella interpretación que, aún generando frustración y rabia, tranquiliza porque no exige demasiado discernimiento; y 2) tomar la decisión de no votar más nunca y que se vayan al carajo las elecciones regionales. Comprensible tentación. Pero de imposible sostenimiento. Todo lo que no sean los resultados oficiales del CNE son especulaciones, aun cuando cuenten, como hemos establecido, con muchos y fornidos argumentos. Lo único cierto es que los venezolanos fuimos a votar (todos los venezolanos, no perder de vista esta obviedad), soportamos unas colas inverosímiles para las sociedades que sufragan por correo o que lo hacen en minutos. Llevamos, pues, la democracia en la sangre. Y eso es mucho. Eso implica la obligatoriedad de reflexionar –por supuesto, también de exigir elecciones pulcras, y en eso estamos–, de admitir que hay otros que podrían apoyar el mandatario que nosotros repudiamos.

E implica la exigencia de nuevos actores, nuevas visiones, nuevas estrategias, cuando los otros –todos los otros– han demostrado su caducidad. En Venezuela tenemos gente, tradición y energías para hacerlo; y, sobre todo, la necesidad de enrumbarnos al futuro con los errores enmendados y mucha esperanza. El futuro está ahí, Carrasquero no puede arramblar con él. Ni Chávez tampoco.

Y ahora te voy a decir lo que creo que ocurrió. Tengo la impresión de que el No ha podido ganar pero que ellos mismos no se lo creían y quizá, sólo quizá, arreglaron los trastos para que los favorecieran. De otra manera no me explico ese arrase en todo el territorio. Lo que es en el Zulia, que no me vengan. Pero como estoy tratando de no irme al exilio interior, no me aventuro a afirmar nada. Sólo me hago preguntas y trato de mantenerme anclada en este país ancho y tumultuoso que somos. En el que tengo puesto el corazón... y la cabecita.
And if they were not free bees?
Milagros Socorro
El Nacional, August 12 2004

Tres datos se alinean en una constelación que podría ser perversa pero de la que podemos extraer una necesaria reflexión. Los dos primeros datos están entrelazados en el hecho, perfectamente rastreable en una cronología del último año, de que la creación de las misiones y el traspaso de enormes sumas de dinero a su financiamiento coincidió con un alza de la popularidad del Gobierno. Está claro, y nadie lo niega, que ese programa de obras sociales, hacia las que ha encauzado unos 3 millardos de dólares, torció a su favor la tendencia evidenciada en las encuestas, que hace un año era claramente desfavorable a la permanencia del presidente Chávez en su cargo.

En ese momento, la oposición se disponía a recoger las 2.400.000 de firmas necesarias para convocar el referéndum revocatorio presidencial, que de haber sido realizado en fechas próximas a esa primera iniciativa hubiera sido muy adverso para Chávez. Y aquí entra el tercer dato. Un libro aparecido esta semana, titulado El informe Súmate. La verdad sobre el Reafirmazo (Los Libros de El Nacional, 2004) ofrece un inventario minucioso de “los numerosos obstáculos que antepusieron tanto el Poder Electoral como los demás poderes públicos de la República de Venezuela a la expresión de la voluntad de los solicitantes de un RRP durante los procesos políticos que se sucedieron en el país durante el año 2003 y el primer semestre de 2004”. Allí se reúne una colección de documentos oficiales, instructivos, memorandos y reglamentos del CNE, sentencias del TSJ, testimonios de la participación indebida de los militares, resoluciones en Gaceta... todo planificado para obstaculizar la realización del referéndum.

Este material desvanece todo titubeo al respecto: las rocambolescas artimañas diseñadas para dificultar y dilatar el evento referendario se hicieron con la intención expresa de ganar tiempo. Un tiempo que el Gobierno utilizó para multiplicar el gasto público en becas, subsidios y misiones. Es decir, en ganar votos a billetazos. De eso no cabe duda.

A ESTA HORA, LAS POCAS QUE FALTAN para ponerle la mano a la pantallita, nadie tiene dudas de que la popularidad de Chávez está fortalecida y de que hay una gran masa de venezolanos cuya intención de voto, hace un año indefinida o inclinada hacia su revocación, lo favorece.

Esto nos dice que hay millones de compatriotas dispuestos a mantener en el poder a un gobernante que ha destrozado las instituciones, que nos ha arrojado a la confrontación, que ha malbaratado los recursos del Estado para su beneficio, que ha dañado gravemente la economía y aumentado el desempleo, que no ha cumplido con nada de lo que prometió y que, en cambio, nos deparó el atraso en muchas áreas donde registrábamos avances, porque a pocos meses de su dilema electoral les ofrece un paliativo a sus necesidades más urgentes. Eso es verdad.

Y aquí se bifurca la certeza.

Para muchos, ese desplazamiento de electores hacia la opción del No es percibida como una predisposición a la condición de limosneros, como una admisión del soborno, en fin, como una complicidad con el mal gobernante que a última hora enmienda su corrupción, su ineficiencia y su improvisación con paños calientes; y que ya con eso se le perdonan su evidente vocación autoritaria y sus desmanes. Para otros, es comprensible este viraje de las simpatías porque alguien que está en la miseria o tiene un familiar enfermo cuyo tratamiento no puede afrontar, encuentra en quien le da algún alivio un aliado que quiere conservar y, bajo ningún aspecto, perder. Más, si la oposición no ha sido lo suficientemente enfática en comprometerse con la extensión, profundización y democratización de esos servicios tan necesarios para los pobres y los empobrecidos (que somos casi todos). Las apreciaciones se debaten, pues, entre el desprecio por los sectores alcanzados por las misiones y la condescendencia hacia “los pobres”. No sé qué es peor.

UNA RUTA ÚTIL PARA INTENTAR UN ANÁLISIS apropiado del asunto comienza por preguntarnos si las misiones constituyen una dádiva (para usar el despectivo término comúnmente empleado). Ahí está la clave. Los vecinos del municipio Chacao, en Caracas, que reciben los estupendos beneficios de su sistema de asistencia social jamás se sienten degradados por las atenciones de Salud Chacao y, más bien, aspiran a que se incrementen. Desde luego, los habitantes de Chacao pagan unos impuestos (muy bajos, por cierto, vista la calidad de la prestación) y no ven en su usufructo una concesión del alcalde o un favor que deba pagarse con el voto. Como no se sienten humilladas las madres europeas que reciben un estipendio estatal por cada hijo en edad escolar, ni por la educación gratuita que reciben ni los almuerzos que les sirven en las escuelas o por la pensión que los aguarda tras su jubilación.

Quiere decir que el problema no radica en quiénes captan la ayuda del Estado sino en la forma que ésta adopta y las intenciones que la orientan, porque de esas intenciones depende si los programas obedecen a una planificación o si han sido rápidamente instrumentados para garantizar la permanencia en el poder de quien con ese objetivo las manipula.

EL PROBLEMA NO ES LA GENTE, finalmente “tocada”, como dicen los encuestadores, por las misiones sino el hecho de que éstas, en su predestinación electoral (para sustentar a un populista) sustituyan al Sistema de Seguridad Social, a los ministerios y, en suma, al Estado; que su irrigación sea parcial (sólo para los adeptos probados o potenciales), lo que implica una injusta exclusión de otros sectores; y que haya una aberración implícita en la circunstancia de que los fondos para su financiamiento pasen de Pdvsa a las manos de los necesitados, sin mediación institucional alguna (y sin someterse el control del Banco Central), con lo que se completa un ciclo atroz que podríamos glosar como “yo, el jefe, pongo en tus manos el barril que te toca y que antes te quitaron”, versión que viene a reforzar varios mitos: somos un país rico; el Estado está para repartir equitativamente la riqueza petrolera; y si no te ha tocado lo tuyo es porque alguien se lo cogió. La aparición de Chávez en una finca de su familia –sin que se sepa cuándo y cómo se obtuvo– es la puesta en escena de este retorcido discernimiento:
el gobernante magnánimo no sólo le da su barrilito a cada pobre sino que arrebata los de “los ricos” ¡y se lo embolsan él y su familia!, operación que arroja un leño más a la fogata del resentimiento a cuyo calor se ha cocinado su liderazgo.

Conclusión: ningún venezolano, aún aquel que este domingo vote por el No, con la ilusión de que las misiones son la semilla que florecerá en el pospuesto Sistema de Seguridad Social, merece este gobierno.

Todos los venezolanos tenemos derecho, como los europeos tienen más de un siglo ejerciéndolo, a una red de ayuda y promoción del Estado.

Eso no debe concebirse –ni menospreciarse– como dádiva sino, más bien, debe partirse de lo aprendido con las misiones para convertirlas en un auténtico programa de Estado (no de fracción política). Y, pase lo que pase este domingo, debe garantizarse lo ganado, ahora despojado de lo que tiene de espasmódico, y convertirlo en un verdadero auspicio al individuo y a su capacidad de ser un aporte para el país y no una carga a la que hay que arrear con simulacros interesados.
The requirements
El Nacional,
September 16 2004
Milagros Socorro


Lo patético de la impugnación de la madrina del Poder Electoral no es que al minuto siguiente de su elección alguien haya protestado a gritos que la pobre muchacha ganadora recibía una corona fraudulenta. Lo grave, lo vergonzante, lo injustificable es que el Consejo Nacional Electoral, objeto de sospechas en un país sediento de gobernabilidad y probidad de los gobernantes, esté organizando pujas de tres al cuarto, como el torneo de dominó, la carrera de caballos y el rally automovilístico, pavosa actividad, por cierto, que jamás ha demostrado ninguna pericia de sus participantes, salvo la capacidad para hacer el ridículo con la cara de piedra.

En un país donde el centenario del nacimiento de Ángel Rosenblat (19021984) —investigador pionero y gran valorizador del alma venezolana expresada en su habla—, por mencionar el primer olvidado rampante que viene a la mente, pasó por debajo de la mesa, qué relevancia puede tener el cuarto cumpleaños de una institución que, con descaro reconocido inclusive por el secretario general de la OEA en su reciente informe, creó “un clima de innecesaria desconfianza” justo cuando más se necesitaba de lo contrario.

No hay que ser un detective para concluir que las autoridades electorales no están celebrando otra cosa que el cumplimiento de la tarea asignada por el jefazo. Una torpeza más que añadir a su lista de rusticidades, porque la organización de estas festividades no puede sino arrojar más dudas sobre los resultados del referéndum presidencial que, de ser reflejo de la legítima voluntad popular, no tendrían por qué ser redituadas por el Poder Electoral, que con tanta chabacanería se ufana de sus buenos oficios.

Hasta el más convencido de que los cómputos del CNE son legítimos y retratan el mapa político del país alberga dudas al ver que el organismo “árbitro”, como se le ha dado en llamar, se vale de una excusa pueril para gastar casi 200 millones de bolívares en una rumba que, y aquí viene otra intemperancia, involucra a los militares como único sector de la sociedad convidado a la rochela.

En simultaneidad con esta exhibición de provinciana grosería, el presidente Chávez prepara a toda carrera y anuncia la creación de tres nuevos ministerios, al frente de cuyos despachos destina viejos y leales colaboradores.

El domingo pasado, cuando hizo públicas estas decisiones, el jefe del Estado en ningún momento aludió a las condiciones profesionales e intelectuales de sus fichas ministeriales.

Jamás hizo referencia a sus logros, su experiencia, sus estudios o destrezas.

Se limitó, al referirse a Elías Jaua, nuevo ministro de Economía Popular, a encomiar su talante revolucionario y su apego al “proceso”. Para qué más.

Con los mismos requisitos se completó el perfil de los rectores del CNE que debían ejecutar las directrices de Miraflores.

El fiestón del cumpleaños número cuatro es prueba de esto: en qué ha demostrado más capacidad de ejecutoria el doctor Carrasquero, cesante por voluntad propia de las labores de vocería del CNE, para dejarlas en manos de Jorge Rodríguez, ¿en convertirse en factor de tranquilidad y respeto para todos los electores?, ¿en interpretar las aspiraciones de la sociedad en forma plural?
No. La flor de su currículo será la organización de la parranda campestre en el Círculo Militar.

Como es la adhesión al proyecto revolucionario el único adorno que se le exige a Jaua y a sus colegas del tren ministerial para desempeñar sus cargos.

Cierto es que el artículo 244 de la Constitución establece que para ser ministro o ministra en Venezuela, sólo se requiere poseer la nacionalidad y ser mayor de 25 años; pero cuál sería el alivio de la ciudadanía si escuchara decir al jefe del Estado que fulano o fulana han sido escogidos para un ministerio por alguna razón más consistente que la adoración perpetua por el líder, condición susceptible de oportunistas fingimientos.

El puesto de trabajo que demanda menos requisitos es el de ministro venezolano. Piénsese, por ejemplo, que para ser guía del Museo de los Niños, es preciso tener buena presencia, excelente vocabulario y dicción (al canciller lo eliminarían en la primera entrevista) y disposición para el trabajo en equipo.

Para ser policía de Chacao no basta con tener una estatura mínima de 1,70 metros, los hombres y 1,65 metros, las mujeres, también es obligatorio ser bachiller y apto física y mentalmente, lo que se determina mediante exámenes, así como aprobar un test psicológico (¿hubiera llegado a ministro el general Lucas Rincón de haber sido sometido a semejantes comprobaciones?).

Los jóvenes panameños aspirantes a convertirse en policías deben ser bachilleres y no tener cicatrices ni tatuajes. Y si fuera puertorriqueño, deberá demostrar preparación académica y profesional, lo que no le vale de nada si no cumple con sus responsabilidades contributivas y de pensión alimentaria de menores en el caso de haberlas contraído. Si una mujer en Querétaro quisiera ocupar la plaza de cajera en una “importante empresa textil”, no podrá limitarse a tener una excelente presentación, además deberá ser delgada, honrada, responsable, amable y preferiblemente con experiencia.

Quien proyecte ser sacerdote de la Arquidiócesis de Bogotá, está emplazado a demostrar que tiene ganas de superarse cada día y superar los propios defectos, debe tener una inteligencia normal, con capacidad para estudios universitarios y un grado de madurez acorde con su edad (qué pasaría si a los candidatos a gobernador, como Acosta Carles, se les impusiera esta norma).

Todo esto para no mencionar los diplomas y solvencia en varios idiomas que deben ostentar los maestros alemanes, los diplomáticos brasileños, los capitanes de empresa norteamericanos o, para no descarriarnos del tema, los ministros noruegos.

La revolución no exige tanto. Para ser prócer en la era bolivariana basta calificar para fan enamorado y derrochar experticia en la sazón de carne en varas.

Con respecto a la reina, no hablen paja:
cualquiera de ellas podría triunfar.
I take the liberty
El Nacional, June 30 2005
Milagros Socorro


Hace varios años se produjo un fenómeno que muchos lectores deben recordar: el ángel exterminador sobrevoló Venezuela, pero no para cobrar una cosecha de recién nacidos, como hizo la vez que pasó por Egipto, sino para llevarse un conjunto de intelectuales y figuras de la cultura. Fue la época en que murieron Arturo Uslar Pietri, Isaac Pardo, Juan Liscano, Horacio Cabrera Sifontes, Manuel Alfredo Rodríguez, Hesnor Rivera, Sergio Antillano... El grupo es mayor y es amplio el rango temporal en que ocurrieron sus fallecimientos pero el síndrome al que aludiré se presentó en bloque.

Los entrevisté cuando faltaban pocos meses para sus decesos. Y en todos encontré la misma desazón. En cada oportunidad, tras hacer mi trabajo, llegaba a mi casa con el ánimo perturbado y con la idea de que me había tocado vivir un país deshilachado, opaco, muy chato y donde, definitivamente, no vislumbraría esa llama del vivir colectivo que había iluminado a todos estos hombres e impulsado su acción y su arte. Me había tocado una especie de república enratonada, una resaca del viejo sueño venezolano, la ropa arrugada del día que sigue a la gran fiesta.

Transcribía los diálogos (grabados) concediéndoles plenamente la razón. Quién se iba a mostrar refractario a los discernimientos de semejantes mentalidades (y semejantes trayectorias, porque cuando hablaban de la historia contemporánea aludían a hechos que les habían ocurrido a ellos, no se estaban refiriendo a una tropelía de ignaros en el salón Ayacucho o algo así). Debían tener razón: al país se lo había llevado el carajo, todo era peor, casi nada se había salvado de la debacle de la segunda mitad del siglo XX, justamente cuando teníamos todo para hacer buena la promesa de redención que manteníamos –o mantenemos– suspendida desde el día en que terminó la guerra de Independencia.

Era una generación convencida de que cambiaría el mundo en la próxima esquina y se hundió en la tristeza cuando vio que la esquina saltaba en pedazos... o la demolía algún funcionario voraz para levantar otra y cobrar la comisión.

UN DÍA FUI A ENTREVISTAR A ISAAC PARDO Y TUVE LA CERTEZA DE QUE ESTABA DELANTE DEL HOMBRE MÁS ENCANTADOR DEL SIGLO XX VENEZOLANO. Lo más cercano a un aristócrata criollo. Estaba ya muy anciano y deteriorado físicamente pero tan refinadas eran sus maneras, tan tierno y sutil su humor, tan diáfana su esencia de varón, que no podía sino producir el impacto de un hombre tremendamente atractivo.

En un momento de la conversación, –y para ilustrar hasta qué grado había vivenciado su compromiso con la república– Pardo se levantó el ruedo del pantalón para hacerme ver las marcas de los grillos. Corrían, para el momento de esta entrevista, los años noventa, habían pasado aproximadamente 60 años de la muerte de Gómez. El país había tenido –y perdido en buena medida– todas las posibilidades de superar el atraso, la pobreza, el autoritarismo, la corrupción, el militarismo... Y ahí estábamos, Isaac Pardo dándome un piconcito entrañable, yo llevando la mirada de sus ojos a sus tobillos, impresos con antigua y rosada caligrafía; y allá fuera el país fracasando a cada pulsación.

—Cómo cree usted que me siento –me dijo Isaac Pardo–, viendo cercana mi muerte y yo, que luché para cambiar mi país y contribuir a hacerlo grande, me voy, dejándolo convertido en este desastre.

Algo parecido escucharía de los otros entrevistados. Y siempre terminaba yo con el alma en vilo y aquella convicción de haber nacido a destiempo y a deslugar. Hasta que un día comenzó a abrírseme paso la idea de que aquellos hombres, muy brillantes, sin duda, estaban, sin embargo, haciendo una operación fallida:
estaban confundiendo su propio fin, inminente, con la decadencia y cancelación de la Nación. No podían separar su desaparición de la del país que habían amado y convertido en motivo para vivir. Pero ése no era mi caso. Puedo, desde luego, morir mañana por uno de esos disparos que nos están diezmando, pero el imperativo cronológico me indica que tengo una larga expectativa de vida; yo no tenía que adherir la visión catastrófica que abrumaba a aquellos hombres y que les redoblaba sus penas de moribundos.

TRAIGO ESTE ASUNTO A ESTA TRIBUNA PORQUE ACABA DE PASAR EL DÍA DEL PERIODISTA Y ME HA DADO EN LOS ÚLTIMOS AÑOS POR USAR ESO DE COARTADA para dedicar mi columna de la semana en que se celebra el oficio para reflexionar desde mis experiencias como reportera. Quiero compartir esto con los lectores y ponerlos de frente con una situación que veo que se está presentando en la actualidad, cuando el molinillo del desmoronamiento del país parece haber multiplicado sus revoluciones por segundo.

Ahora percibo que el espejo se ha volteado y ya no sólo los viejos superponen su muerte a la de la Nación sino que son los jóvenes, desesperados por la destrucción a la que ha sido condenado el país, sus instituciones, su infraestructura, sus valores, su dignidad y su soberanía, los que ven en ese paisaje espectral el reflejo adelantado de su muerte.

No sé si logro explicarme. Volveré sobre mis pasos, a ver si ahora me hago entender. Tengo la impresión de que así como Isaac Pardo temblaba al intuir que los tobillos de la república tenían la muesca de la tortura y que muy pronto Venezuela desaparecería, tragada por la brutalidad, la injusticia, la vulgaridad de los prevaricadores y las penurias de sus habitantes, ahora son los compatriotas que están en la plenitud de su vida, los que tienen con frecuencia la idea de que sus días están acabados, que si han visto su país volverse este campo yermo donde desfila un anciano dictador, extranjero, fracasado y sanguinario, eso significa que todo lo que creían seguro estaba, en realidad, a punto de desaparecer. Si el país se ha vuelto esto y encima tiene toda la traza de empeorar, esto significa que todo lo que habíamos creído era una quimera, que no veremos en el espacio de nuestra vida el florecimiento de Venezuela, su prosperidad, su independencia económica, su estallido cultural... y si esto no es así, no va a ser así, entonces qué sentido tiene llamarse venezolano, ser venezolano, soñarse venezolano. En suma, qué sentido, qué viabilidad, tiene la propia existencia.

¿Sigo enredada? Puede ser.

NO PROLONGUEMOS, PUES, ESTA ESPECIE DE TARDE DE TOROS EN QUE EL ANIMAL ELUDE CON MAÑA LA ESTOCADA.

VAYAMOS AL PUNTO EN EL QUE QUISIERA DESEMBOCAR.

Mis entrevistados que ya eran rondados por el ángel exterminador, efectivamente fueron conducidos por éste a otros mundos. Y el país se quedó. Turulato, llagado, estridente en sus miserias, pero aquí está. Permanecerá aquí cuando también nosotros nos hayamos ido. Y está destinado a ser mejor; sea que concibamos su recuperación o que no podamos concebirla estando, como estamos, en el rincón más oscuro de nuestro devenir republicano. El país va a ser mejor, algún día, cuando los venezolanos lo procuremos de verdad. Y nosotros nos moriremos de otra cosa (ojalá pasados los 80 y, si no fuera mucho pedir, a manos de un amante con razones para estar celoso) pero no nos moriremos de Venezuela. Eso seguro. Lo que nos queda es luchar, tratar de ver las cosas con inteligencia, sin dejarnos llevar por nociones preconcebidas que hayan demostrado desencaminarnos de la realidad en vez de ayudarnos a penetrar en ella.

Y si la cosa se pone muy difícil, si hay días en que crees que ya no puedes más, que te vas a morir de patria, opta por un exilio parcial, en la lectura, en la contemplación, en el corazón de alguien.
Practice and theory of ketman
El Nacional
November 22, 2004
Ibsen Martínez


1Según Ceslaw Milosz —el tipo que se ganó el Nobel de Literatura en 1980, y de cuyo libro La mente cautiva vengo escribiendo desde la semana pasada–, el ketman no es, como pudiera pensarse, otro nombre para el disimulo.

Disimulo: “Arte con que se oculta lo que se siente o se sabe”. Así lo define la Real Academia y dice, además, que puede también ser la “tolerancia afectada de una incomodidad o de un disgusto”. Se concibe, pues, el disimulo como algo indeseable, como un arte cuyo cultivo conviene, que haya circunstancias adversas que hacen necesario aprender ese arte. Para irnos entendiendo:
Milosz advierte que el ketman es disimulo, ciertamente, pero con un “chin” de íntimo orgullo. El ketman es enmascaramiento acompañado de un sentimiento moral de superioridad del oprimido respecto del opresor.

Conviene, también, adelantar que el ketman tampoco es racionalización pura. Quienes, obligados a vivir bajo un régimen totalitario, se ven en la necesidad de practicar el ketman, no lo hacen solamente para lograr avenirse “racionalmente” y de buen grado a la tormenta de contradicciones y de presiones de todo tipo en medio de las cuales se desenvuelven.

El ketman, en tanto que conducta interior, es una compleja operación, más emocional que mental, y se despliega en muchas e insospechadas direcciones.

Antes de seguir adelante, preguntémonos de dónde sacó Milosz un concepto tan exótico como eufónico para explicar las tortuosas cerebraciones que produce el ciudadano común en las sociedades totalitarias en su afán de seguir funcionando sin enloquecer, sin escindirse y, digámoslo de una vez, sin volverse mierda del todo, y no terminar lanzándose enloquecidamente al mar, a bordo de un neumático vacío, en plan de arrostrar corrientes, tiburones y patrulleras castristas.

“Lo que nos protege de ojos entrometidos —nos dice el poeta lituano—polaco, en su libro La mente cautiva—– adquiere un valor especial porque nunca se formula claramente en palabras y por ello tiene el encanto irracional de las cosas puramente emocionales”.

Sostiene Milosz que, hasta la instauración de los totalitarismos del siglo XX, y del estalinista en particular, un cambio tan profundo en los hábitos mentales, en las costumbres no había ocurrido en la historia de la raza humana. “Al tratar de describir estos nuevos hábitos, encontramos una llamativa analogía en la civilización islámica de la Edad Media: el ketman”.

Milosz narra en La mente cautiva cómo fue que, leyendo a un autor “más bien peligroso” —son sus palabras—, encontró la primera descripción del ketman de la que tuvo noticia. El escritor peligroso del que habla es, en efecto, alguien cuyos libros cualquier demócrata se cuidaría mucho de citar desprevenidamente, sin antes hacer puntillosas aclaratorias: nada menos que al recalcitrante aristócrata francés Joseph Arthur Comte de Gobineau.

El conde de Gobineau vivió entre 1816 y 1882; fue diplomático y hombre de letras. Decía ser descendiente de reyes vikingos y de condottieri renacentistas y se hizo muy célebre como pionero del supremacismo racial ario. Su estudio La Renaissance (1887) fue muy leído y apreciado en su tiempo.

Pero su obra más polémica e influyente fue, sin duda, su Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas (1853- 1855), que convirtió a Gobineau en uno de los más distinguidos proponentes de la tesis de la supremacía nórdica sobre el resto de nosotros.

La carrera diplomática de Gobineau lo llevó a ser ministro de Francia en Irán, por entonces llamado Persia, y donde, según él, desarrolló buena parte de sus ideas.

El conde sostenía, entre otras cosas, que es la raza lo que crea cultura y no al revés. Dicho sea al pasar, Gobineau no podía tener peor opinión de la democracia. Y de los judíos. Por todo ello, Milosz se cura en salud —y hace bien— cuando dice que no es necesario coincidir con las conclusiones de Gobineau para apreciar su extraordinario don de observación. Yo pienso lo mismo.

2Volviendo al ketman, he aquí el comentario de Gobineau que Milosz leyó en Religiones y filosofías de Asia Central: “Algunos pueblos musulmanes no árabes —es el caso de Persia— creen que aquel que está en posesión de la verdad no debe exponer su persona, sus familiares y su reputación a la ceguera, la majadería y la perversidad de aquellos a quienes Dios quiso mantener en el error”. Por tanto, se puede y se debe, cuando resulte posible, guardar silencio acerca de las propias convicciones.

“Sin embargo”, prosigue Gobineau, “hay ocasiones en las que guardar silencio no es suficiente, en especial cuando callar equivale a una confesión. En esos casos no se debe vacilar. No sólo se puede y se debe negar el propio y recto parecer, sino que la fe ordena recurrir a cualquier ardid con tal de engañar al adversario. Así, es licito hacer todas las profesiones de fe que, sin abjurar explícitamente de la nuestra, puedan complacerlo, igual que es lícito participar en ritos que, en nuestro fuero íntimo, consideremos vanos. Se debe, en estos casos, enmascarar lo que hayan podido brindarnos los libros y agotar todo medio de engaño.

De este modo, se obtienen múltiples satisfacciones y se hacen méritos, al ponerse cada quien a cubierto junto con los suyos, y al no haber expuesto una fe venerable al horrible contacto del infiel. Finalmente, al engañar al adversario y contribuir a que se afirme aún más en su error, se le impone la desgracia, la vergüenza y la miseria espiritual que merece.

Quien practica el ketman se llena de orgullo. El creyente se eleva, gracias a él, hasta un estado permanente de superioridad respecto del hombre a quien engaña, ya sea éste un dignatario de estado o un poderoso rey. Para quien recurre al ketman, aquél no es más que un ciego miserable a quien apartamos de la verdadera senda, una senda de cuya existencia no llega siquiera a sospechar.

Podrás ser desgarrado por las fieras mientras mueres de hambre, podrás temblar en lo externo, a los pies de una fuerza superior, pero burlada. Tus ojos, sin embargo, estarán llenos de luz, marcharás resplandeciente entre tus enemigos porque es un ser sin inteligencia ese con el que has jugado, es una bestia peligrosa esa que has desarmado.

¡Qué tesoro de placeres!”

3Gobineau cita los esfuerzos de un “sadra”, un racionalista discípulo de Avicena. Avicena fue un filósofo y médico persa del siglo XI, estudioso de Aristóteles, cuyo manual de medicina fue muy apreciado y difundido por la escolástica en Occidente.

El sadra —no sé si interese saber que se llamaba Hadzhi-SheikhAhmed— observaba escrupulosamente todos los dogmas cardinales del shiísmo, pasaba horas elucubrando, en voz alta y donde lo escucharan, hasta el mínimo detalle de la fe. Con ello proclamaba su superior conocimiento de los mismos, hasta que se granjeó el respeto de los temidos mullahs y los temibles imanes. Entonces, el sadra se dio la tarea de impartir el avicenismo racionalista entre las clases ilustradas.

Llegado el momento, repudió el Islam, y se mostró como el aristotélico que verdaderamente era.

Gobineau no cuenta si los mulás lo esperaron en la bajadita.

Desde luego, no todo el mundo ostenta credenciales intelectuales, ¡y ni hablemos de los nervios de acero!, para practicar el ketman a una escala tan exaltada como el del sadra, pero Milosz, al “secularizar” el concepto, señala que el método ketman de supervivencia intelectual en ambientes ideológicamente opresivos puede desplegarse en formas igualmente dramáticas y cotidianas en las sociedades totalitarias En su libro, Milosz hace hincapié en que en una dictadura comunista existen tantos ketman como desviaciones ideológicas puedan haber. Y que cada ciudadano es, por sí mismo, una desviación ideológica de la ortodoxia del régimen. Con todo, Milosz distingue varios ketman básicos: el ketman del nacionalista, el ketman del profesional, el ketman del esteta, el del académico, el del alto funcionario, el del deportista, etcétera.

En la vida de todo disidente, mucho antes de que la notoriedad de una prisión política lo singularice, si es que llega a saberse que está en prisión, se registran largos períodos de ketman.

No estamos hablando ya solamente de Andrei Shajarov, de Milan Kundera, de Vaclav Havel o del propio Milosz, ni exclusivamente de científicos o escritores cuyos nombres jalonaron la dilatada y crudelísima crisis del “socialismo real” en el siglo XX.

Piénsese no más en las “horas hombre” invertidas en ketman puro y duro por gente como Paquito D’ Rivera, Arturo Sandoval, “el Duque” Hernández o, sin ir más lejos, por la compañía de baile cubana —43 integrantes— que apenas la semana pasada desertó en masa en Las Vegas.

El ketman no se extinguió con el desplome del bloque soviético: es cosa de todos los días, a pocas horas de vuelo de Caracas.