Teodoro Petkoff
Editorial Tal Cual del 19 de junio
No hay nada que hacer: nuevamente hay que ocuparse de las malandanzas de Isaías Rodríguez. Esta vez lo colocó en órbita el abogado del testigo estrella, señalando que en el turbio y sórdido affaire del asesinato de Danilo Anderson deberían estar presos todos, comenzando por su propio defendido y terminando por el inefable Isaías.
Tiene razón el abogado porque, tal como van las cosas, hasta ahora hay ya dos fiscales y un juez sometidos a juicio en la investigación ordenada por la Fiscalía de la República. Los tres están acusados de haber participado en el forjamiento de actas y, para decirlo claro y raspao, en la conspiración para enredar el caso y llevar a la cárcel a personas inocentes, dejando impunes a los autores intelectuales y, al parecer, hasta a los materiales, del asesinato de Anderson.
Habría que ser demasiado ingenuo para creer que todo eso tenía lugar a espaldas de Isaías. Además de otras pruebas, anda por allí un libro del ex fiscal, muy cordialmente dedicado por el autor a Geovanny Vásquez, publicado antes de que éste entrara en escena y que no sería sino el guión del teatro que posteriormente montó el hombre de los ojos sinceros.
De modo que lo planteado por el abogado de Vásquez recoge una opinión generalizada: Isaías Rodríguez debería responder judicialmente por la indigna tramoya que intentó llevar adelante, en un claro acto de prevaricación y abuso de poder. La gran pregunta que continúa en el aire es: ¿a quién intentó proteger Isaías Rodríguez con tan absoluta inmoralidad? Porque una cosa tan elaborada sólo podía hacerse para desviar la atención de los verdaderos criminales. Es obvio que el poeta Isaías no iba a fabricar tamaña patraña sólo por amor al arte, ni la mamarrachada que resultó puede ser atribuida a pura torpeza en la investigación.
Personalidades de muy alto coturno tienen que estar involucradas en el asesinato de Anderson, como para que Isaías se haya atrevido a jugarse su reputación y su carrera adelantando esa maniobra que a la postre resultó no sólo de una vileza sin parangón sino también una demostración de las pocas luces que adornan el cerebro de este patético personaje. ¿Quién o quiénes le pidieran a Isaías el favorcito? De entrada, más podría pensarse en gente cercana al poder político que en la vecina del poder económico. Más puede imaginarse a Isaías corriendo tamaño riesgo en aras de personajes de su confianza política, situados muy arriba en la nomenclatura, que asumiéndolo para proteger a banqueros a los cuales no lo ligaba nada.
¿Se llegará algún día a esclarecer definitivamente este caso, que viene a ser, además, una evidencia de cuán rápido se degradó moralmente la "revolución bolivariana".