El Juego del rojo
El Nacional - Sunday 17 de September 2006
ALBERTO BARRERA TYSZKA
Antes de que cruces las siguientes vocales, debo advertirte que esta columna tiene elementos de violencia y de sexo tipo equis. Por lo tanto, sólo puede ser leída por niños y adolescentes en la rigurosa compañía de sus padres. Te escribo esto porque, obviamente, deseo proteger el bien moral de la nación, no vaya a ser que tanta crónica para adultos arruine nuestra silvestre inocencia bolivariana. También ahora pienso que, quizás, lo más conveniente es que leas estas líneas después de las 10:00 pm. No está de más comenzar a acostumbrarnos a que también la escritura y la lectura pueden llegar a tener horarios restringidos.
Tal vez por eso mismo la noticia ni siquiera llegó a producirse. Tal vez por eso quedó velada por la pacatería nacional o por esa flacidez colectiva que Ibsen Martínez ha denominado en páginas vecinas la aquiescencia. Quién sabe. Pero lo cierto es que cualquier medio de comunicación, o cualquier agencia internacional de noticias, hubiera podido esta semana soltar un título de este calibre: "El presidente Chávez anunció anoche que va a sodomizar a todos los candidatos de la oposición". O, en un tono más directo, algo como "Chávez ofrece sexo a sus adversarios políticos".
No fue así. No pasó. Ese es otro de nuestros lujos petroleros: nada es definitivo, nada importa, nada es en serio. La historia sólo es una broma.
El cuento rueda así: la noche del 12 de septiembre, en un programa de televisión del canal del Estado, en medio de una explicación sobre los ejes de desarrollo del país, el presidente Chávez se dejó ganar por el humor del animador del show y comenzó a bromear a propósito de las elecciones del próximo 3 de diciembre. Estando en esas, echó mano a un clásico del humor escolar, de la formación machista de los venezolanos: el juego del rojo.
Para aquellos que tienen pocos años, poco país o poca memoria, me voy a permitir glosar este lugar común de nuestra identidad. Cualquier mañana en cualquier calle o en cualquier patio de escuela, un chamo se acerca a otro y le pregunta: "¿Quieres jugar el juego del rojo?". El segundo chamo, con cara desprevenida, pregunta: "¿El juego del rojo?". Y entonces el chamo uno, sonríe, victorioso, y suelta la frase que resuelve el acertijo y da pie a la risa: "Tú te agachas y yo te cojo". Otra variable tradicional del mismo chiste ocurre al día siguiente. Regresa el chamo uno y aborda al chamo dos: "Oye, ¿quieres que juguemos a la piragua?". El chamo dos, que como vemos es de los que tropieza varias veces con el mismo chiste, vuelve a ofrecer su cara desprevenida y pregunta: "¿Cómo es el juego de la piragua?". Para que, entonces, el chamo uno pueda carcajearse mientras contesta: "Igual que el rojo pero en el agua".
Supongo que no hacen falta más acotaciones. Coger, tirar, singar...son, para nosotros, los verbos --generalmente masculinos-que reseñan, con ese mismo ritmo, las relaciones sexuales. Ocurre entonces que, en el programa de marras, el Presidente, tan pícaro, afirmó: "Eso es lo que vamos a hacerles a los candidatos de la oposición. Les vamos a hacer el juego del rojo". Y como para no dejar incompleta la recreación infantil, agregó: "Y cuando terminemos el del rojo, con toditos, les vamos a hacer el piragua". En dos minutos, y pocas palabras, puso la política a cuatro patas.
A esta altura de la página, necesito reiterar que no pertenezco a ninguna liga de decencia, que por el contrario, más de una vez, más de un lector de este periódico ha alzado su voz protestando la impudicia de alguna de mis crónicas dominicales, que soy de los que cree que cada quien puede hacer con su sexo un tambor. La intimidad también es, o al menos debería ser, una soberanía, un reino independiente y, por lo tanto, libre. Pero, eso sí, lo que me parece inaceptable es que cualquiera venga a pregonar públicamente que su tambor no es un tambor sino un diccionario, un crucifijo o un himno nacional.
Obviamente, cuando el Presidente rescata el viejo chiste y lo ofrece como mensaje político, también está refrendando y promocionando una noción y un sentido del sexo como acto de dominación, de sometimiento, donde aquel que es penetrado es un "perdedor" o sufre una brutal humillación, o está simplemente recibiendo un castigo.
Machismos aparte, dejando de lado el mareo que constituye toda nuestra educación cultural y sentimental, también hay en la escena del chistecito por televisión una metáfora, una expresión muy nítida de cómo entiende el Presidente la experiencia democrática, de cómo vive el poder, de cómo concibe su relación con el debate, con la diferencia, con los otros. Agáchate que te cojo.
No es un problema de estilos personales. No se imagina uno a Rodríguez Zapatero, por ejemplo, participando en un programa en la televisión española y diciendo que, en la próxima contienda electoral, se va a follar al candidato del Partido Popular. Es un asunto de formas, de respeto a la política, a las instituciones, a la mínima idea de representatividad que tiene toda función pública. ¿Este es el jefe de un gobierno que se ha empeñado en controlar todos los contenidos que circulan en la sociedad, que se esfuerza en regular al máximo la comunicación social? ¿Este es el líder que no quiere que el capitalismo nos pervierta, que desea protegernos y salvarnos de un mundo inhumano y lleno de exclusiones?
Porque, sin duda, lo que resulta más irritante es el doble discurso, la pretensión purista que anda por la vida escandalizándose ante el racismo y el sexismo, ante las demasiadas discriminaciones que ocurren a cada rato, allá lejos, en el resto del planeta Tierra. Aquí no. Aquí, por suerte, tenemos al mejor líder del universo. El único que respeta los derechos humanos, que es justo y santo, que vive de la mano con dios nuestro señor, que representa a todos los pueblos ofendidos del mundo, que sólo tiene amor para dar y que, a veces, te mira sonriente, bondadoso, y te pregunta: "¿Quieres jugar al juego del rojo?" .