Karl Krispin
El Nacional Sabado 16 de agosto, 2008.
La pregunta que todos nos hacemos es por qué, si Clodosbaldo se aferra a la legalidad como farfulla, no ha inhabilitado a su jefe. Basta apenas que hubiese escuchado alguno de sus telemaratónicos domingueros para comprobar cómo reparte la torta sin vergüenza alguna con propina y todo para los pedigüeños de otras naciones. El sólo hecho de que Evo se desplace en los superpumas es motivo más que suficiente para colocar a su supervisor en el hit parade del desfalco. En el cambalache que vive lo que resta de democracia en nuestro país, la inmoralidad ha sustituido lo que de institucionalidad se construyó en Venezuela.
El único gobierno que intentó cambiar el paradigma del Estado en nuestra historia fue el segundo período de Carlos Andrés Pérez y terminó crucificado. Lo que se quería era fomentar un nuevo teorema de la política donde el Estado renunciase a su condición elefantiásica y asfixiante y el individuo sintiera más la dimensión de sí mismo. Es el esquema liberal, al que todos maldicen sin conocer siquiera de qué se trata, que no supone la minimización del Estado sino su reacomodo a la figura de árbitro de las relaciones socioeconómicas, dejando atrás su rol de ogro filantrópico que tanta miseria en términos de medición económica ha causado en nuestros países. ¿Por qué la Argentina pasó a ser el país paria que ha sido? Gracias al populista de Perón que elevó el Estado a categorías totémicas. En Venezuela este Le viathan se ha convertido en el enemigo número uno del individuo, y cercena su crecimiento económico y espiritual.
Cuando existe tanto ventajismo, cuando el partido de Gobierno se confunde con los órganos del Estado, cuando a todos nos quieren vestir el traje socialista, e ideologizar nuestra ciudadanía, ya no podemos hablar de democracia.
Nos quedan algunos resquicios. Aquí no se violan los derechos humanos sobre la vida o la integridad física o la libre opinión, pero se pretende subordinarnos al servicio de un proyecto que, en resumidas cuentas, aspira al totalitarismo societal. Pareciera que ni el voto tiene validez porque de otra manera este habilitado paquetazo de decretos-leyes, lanzado entre gallos y flatulencias, jamás se habría propuesto. Aquí impera sobre todo la exclusión, y quien no se disfrace de rojo rojito es un candidato a la no existencia civil. La lista Tascón es prueba de ello y su autor algún día será juzgado como corresponde por la Corte Penal Internacional. Para muestra de esta fotografía del futuro allí están los arrogantes milicos argentinos a quienes le llegó su hora, el nazi Pinochet o el genocida Karadzic. Desafortunadamente, el doctor Castro Ruz no va a tener acomodo en el banquillo de La Haya. Jueces Garzones son los que sobrarán en este mundo en algún lúcido instante que no me cabe duda que veremos.
El 6 de julio de 1535 el verdugo de la corona inglesa decapitó la honorable cabeza de Tomás Moro porque se negó a realizar el juramento antipapista y a aceptar la autoridad de Enrique VIII como jefe de la Iglesia. Mutatis mutan di era como confirmar hoy en día el contrabando habilitante y el Estado socialista. El Papa Pío XI lo elevó al santoral en 1935 y pocos saben que en el año 2000 Wojtila lo proclamó el patrón de los políticos y los gobernantes. La obra más celebrada de Moro es Utopía que da cuenta de una isla donde sus habitantes conocen la felicidad. Al contrario del humanista, aquí hemos completado el tratado más completo sobre la entropía, la tendencia a la pérdida de un orden. La descomposición y la fractura habitan entre nosotros que no la desesperanza. Lástima que en Miraflores desconozcan a este erudito y mucho más lamentable es que este santo varón, que murió con su ética intacta, haya dejado de iluminar a su clientela.