ROGER SANTODOMINGO
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El pasado jueves 28 de agosto, la coordinadora de emisiones del Canal I, Mairim Unamo, fue despedida por orden de la presidenta de la estación, Maripili Hernández. Unamo, una competente periodista, quien venía de trabajar en Ipys, intentaba poner al aire el más reciente capítulo del affaire del Maletín de los 800 mil dólares.
Tras autorizar a una redactora de la planta a escribir sobre el soborno de funcionarios y militares venezolanos por parte de los acusados Durán y Kaufmann, y tomando por cierta la consigna de "equilibrio en la información" de la estación, La periodista Mairim Unamo dio instrucciones para que el trabajo fuese contrastado con el punto de vista de los abogados defensores de los venezolanos, con una llamada telefónica a Miami.
En desacuerdo, el nuevo jefe de Servicios Informativos y de Opinión, Dámaso Silvera, amenazó a la redactora con despedirla si escribía la nota, desautorizando a Unamo; según él, la escandalosa historia se trata de una manipulación de la oposición contra el gobierno. Luego que Unamo rechazara la censura, Silvera acudió a la oficina de la Presidenta del canal y, según el testimonio de la periodista, a los 20 minutos aproximadamente fue llamada a la oficina de Recursos Humanos.
Este caso sienta un peligroso precedente: una periodista es despedida por hacer su trabajo. Esto da una clara señal del futuro del Canal I en manos de la colega Maripili Hernández (¿seguirá siendo viceministra de relaciones internacionales para América del Norte después de haber sido inhabilitada para ejercer cargos públicos por la Contraloría y estar en la lista de los que el presidente Hugo Chávez calificó de simples "ladrones"?), quien suele invocar la ética periodística y pedir derecho a réplica cada tres por dos (¿se lo habrá solicitado a Chávez por llamarla ladrona?).
Al propio Colegio Nacional de Periodistas (CNP) le ha negado ese derecho consagrado después de dedicar un programa a insultar a los recién electos representantes gremiales por, según ella, no hacer nada en el caso de las brutales agresiones inferidas por supuestos simpatizantes de Leopoldo López contra Guillermo Torín, un técnico del canal de la Asamblea.
La verdad es que tanto exigimos una explicación al alcalde como también conversamos con Torín en busca de información adicional sobre sus atacantes, pero desafortunadamente no pudo identificar a nadie, tampoco hubo testigos del asalto pues estaba solo (llevaba un chaleco con la insignia del canal, pero no estaba trabajando ese día, según él mismo me contó) cuando caminaba por una calle paralela al lugar donde se había realizado la concentración. Eso nunca Maripili Hernández lo ha querido escuchar.
Tal es el problema de personas que intentan ver todo con el cristal de la polarización política; con una periodista que antes que estar interesada por la verdad y la información de actualidad promueve sus intereses personales.
Una periodista que, por ejemplo, hace publicidad de la medicina sistémica y no tiene escrúpulos a la hora de entrevistar a su cliente en su propio programa radio y, encima, ofrecerle hacer gestiones ante la asamblea y el gobierno para que se utilice más el producto que promociona en los planes de salud pública.
Lo cierto es que no es el suyo el periodismo más sano.