Thursday, February 24, 2005

Powerful article by Milagros Socorro on Jennifer McCoy

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Jennifer regresa a la zona gris


Milagros Socorro
msocorro@el-nacional.com


Tal como anunció en el comunicado que envió desde Atlanta, hoy regresa a Venezuela la directora para las Américas del Centro Carter, Jennifer McCoy. Ya hace unos meses que falta de por aquí y ahora viene a cantar la zona “para entender mejor si la organización puede ofrecer alguna ayuda en este momento”. Una explicación que parece una excusa diplomática para volver a los fueros que la doctora McCoy conoce muy bien; y que, al parecer, ha comenzado a extrañar.

El conocimiento que Jennifer McCoy tiene de Venezuela quedó en evidencia durante los meses en que permaneció entre nosotros como observadora electoral por el Centro Carter; y sus constantes declaraciones a los medios de comunicación dejaban ver no sólo que era una vocera muy competente, sino que tenía un gran dominio de la peripecia nacional.

Pues resulta que nos quedábamos cortos. Más que una funcionaria bien informada, la doctora McCoy es toda una experta en historia contemporánea de Venezuela. Esto es lo que se concluye tras la lectura de un ensayo de su autoría (en colaboración con David J. Myers) incluido en el número aniversario de la revista Politeia, editada por el Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Central de Venezuela.

En esa publicación, que comenzó a circular el año pasado, con el cometido de desarrollar el arco temático “La democracia venezolana en dos tiempos:
1972-2002”, Myers y McCoy presentan un trabajo en inglés que lleva por título “Venezuela en la zona gris:
desde el pluralismo ineficaz hacia el sistema de poder dominante”.

EN LAS LÍNEAS QUE SIGUEN HAREMOS UN RESUMEN del ensayo de Myers y McCoy, con énfasis en los conceptos que aparecen mencionados en el título. En su introducción, los autores establecen que la zona gris es una noción que cubre los “síndromes políticos” ubicados entre la democracia liberal (o consolidada) y la dictadura abierta, tal como ha sido descrita por el estadounidense Carothers.

Queda claro, pues, que para los ensayistas Venezuela no habita en el mapa de las democracias consolidadas ni de las dictaduras abiertas, sino en una zona gris.

En el aparte titulado “Hacia el sistema de poder dominante de la Quinta República”, Myers y McCoy afirman que, habiendo fracasado los tímidos esfuerzos hacia la profundización de la democracia durante el segundo gobierno del presidente Pérez, el desplazamiento de Venezuela hacia “el sistema de poder dominante” se produjo en dos fases: “La primera comenzó en diciembre de 1997, cuando las encuestas de opinión revelaron un amplísimo rechazo a los posibles candidatos presidenciales de Acción Democrática y Copei, y continuó hasta el 6 de diciembre de 1998, cuando el teniente coronel Hugo Chávez Frías fue elegido presidente. La segunda fase se inició con la formación del gobierno del entonces presidente electo, Hugo Chávez, y continúa hasta el momento en que se escribe esto (mayo de 2003).

En la segunda fase, el pluralismo ineficaz venezolano, de 40 años de duración, dio un giro hacia el sistema de poder dominante y se apartó de los intentos de hacer la transición hacia una poliarquía plenamente institucionalizada”.

¿CUÁLES SON LAS REGLAS DEL JUEGO POLÍTICO en el llamado sistema de poder dominante? Los autores lo establecen claramente: son los que “permiten un espacio político limitado pero real, alguna protesta política por grupos opositores y, al menos, la mayor parte de las formas institucionales de la democracia”.

En el sistema de poder dominante que, según Myers y McCoy, impera en Venezuela desde la constitución del gobierno de Chávez en 1999, “un grupo político (sea un movimiento, un partido, una familia extendida o un líder único) domina la política a un punto tal que pareciera que hubiese sólo una mínima posibilidad de alternabilidad en el poder en el futuro previsible. Mucho más que en el caso del pluralismo ineficaz, los regímenes de poder dominante desdibujan los límites entre el Estado y las fuerzas políticas dominantes. Los principales activos del Estado —es decir, el Estado como fuente de dinero, empleos, información pública y poder policial— son gradualmente puestos al servicio directo del grupo dominante. Es típico de regímenes de poder dominante que el sistema judicial sea intimidado, éste es un componente crítico del control unilateral del poder. Las elecciones, aunque no sean abiertamente fraudulentas, son vistas por el grupo dominante como un procedimiento para montar un show lo suficientemente bueno como para ganarse la aprobación de la comunidad internacional, al tiempo que, calladamente, inclina el campo de juego electoral lo suficientemente en su propio favor como para asegurar la victoria”.

Bueno, más claro no canta un gallo. Lo que no comprendemos es que si Jennifer McCoy, y cabe presumir que también el ex presidente Carter, sabían todo esto en mayo de 2003, por qué el Centro Carter no condicionó su sello de aprobación de los resultados del referéndum revocatorio — cuya preparación estuvo sembrado de triquiñuelas, manipulaciones, cedulaciones con el multígrafo interesado de la revolución, prestidigitaciones con el Registro Electoral y planillas planas— a la exigencia de una reorganización profunda del CNE que le devolviera su credibilidad y lo hiciera confiable para todos los venezolanos y para las democracias del mundo. He aquí una interrogante que aún permanece en la zona gris de las certezas.

TRAS HACER UN RECUENTO de las circunstancias que propiciaron el derrumbe de los partidos tradicionales, Myers y McCoy recalan en la actualidad. “La Quinta República — afirman— no ha cambiado las características básicas de la política venezolana post 1958: mantiene una estructura de toma de decisiones altamente centralizada, aun cuando haya emergido un nuevo conjunto de actores privilegiados. Ahora son las élites que dominaron entre 1958 y 1998 las excluidas. El régimen bolivariano continúa dependiendo de la distribución de la renta petrolera y ha fracasado en restaurar la capacidad reguladora, extractiva y administrativa del Estado. La dependencia del petróleo persiste”.

Más adelante, Myers y McCoy se preguntan: “¿Qué ha pasado?”. Y la respuesta echa de ver que no están mal dateados. “Lo más importante — dicen en su monografía— es que el presidente Chávez ha agudizado el conflicto de clases y menospreciado oportunidades para el entendimiento (el original en inglés dice textualmente “cooperation” ). La línea gubernamental según la cual la verdad y la justicia están del lado de la revolución y todos los que se le oponen son enemigos, recuerda el unilateralismo y la retórica del Trienio (1945-48). El dogmatismo ha reemplazado al pragmatismo, a la construcción de consensos y a los acuerdos de compromiso que prevalecieron durante la década de los 60, cuando la democracia representativa obtuvo una amplia aceptación. Los intentos para demoler y desacreditar las instituciones de la democracia representativa del régimen de Punto Fijo han impedido la creación de reemplazos legítimos. La táctica utilizada por la nueva élite dominante para reemplazar las instituciones existentes unilateralmente por otras cuya intención es la de establecer una relación directa entre el líder y ciudadanos, Estado y sociedad, le ha echado combustible a la confrontación. La confrontación se ha intensificado en la medida en que estas instituciones recientemente impuestas han sido utilizadas para producir cambio social”.

Jennifer, welcome home, baby. You know, to the gray zone.